martes, 2 de agosto de 2011

Prostituta del amor

Un año de matrimonio igualitario en la Argentina se puede festejar de muchas maneras, menos de la mía. Voy a una fiesta de osos en el hotel Bauen. Tomo bastante cerveza. Bailo y me encuentro con un matrimonio amigo, charlamos mucho, nos divertimos y uno de ellos me dice: “mira que los osos son re tiernos, estaría bueno que veas que pasa con alguno”. ¿Para qué dicen esas cosas? ¿Para que me proponen de esa manera?

En fin, la cuestión es que ellos se van, no se a dónde, a bailar por ahí, no los encuentro. Me pongo a bailar solo como una puta, en verdad, como siempre lo hago. Mi movimiento pélvico ahuyenta tanto como atrae, es un movimiento de caderas bastante epiléptico que a ciertos tipos de pibes atrae, no sé por qué…. ¿seré tan puta?

Estoy bailando. Tengo los ojos pintados y la boca también porque antes estuve con Leonor Silvestri y ella me dijo que me faltaba feminizarme. Por eso, me pintarrajeó toda. Ya no era ni ella ni él… era un chico con barba con la cara pintada…. Un payaso quizás o una especie de Ziggy Stardust del subdesarrollo…. A todo esto, así estaba en una fiesta de osos, de esos tipos fuertes, grandotes, machotes, todos masculinos. Es decir, nunca entendí nada de mi vida y recordando todo esto me sale una risa histérica de “a buen entendedor, pocas palabras” pero yo no tengo pocas palabras tengo muchas y muy malas.

Bailo, danzo, hasta que en el momento de una cumbia de Gilda un osezno me toma por la cintura y me hace girar, girar, girar enloquecidamente. Bailo como una perrita en celo y ni me acuerdo que hace una semana me peleé con mi ex, no me acuerdo de nada. A todo esto, los tortolitos que hace unos meses se casaron desaparecieron, me dejaron en banda o vieron que ya un oso me había hecho de su propiedad.

Charlamos y le cuento toda mi vida a ese pibe. Veintiún años tenía el guacho y tenía más calle que todos los putos juntos. Me abrazaba, me besaba, me preguntaba porque me sentía medio mal. A todo esto yo reía, lloraba, contaba mi intimidad con una soltura increíble. En la fiesta había olor a faso y él me llevaba para lugares donde no se sienta el olor, eso me gustó.

A las seis de la mañana partimos. Caminamos por Corrientes de la mano, dimos algunas vueltas por la 9 de Julio. Terminamos en el famoso Mc Donald’s pero estaba lleno de gente. “¿Vamos a un telo?” me propone y le digo que sí.

Mi verdad es que nunca fui a un telo, no entendía nada, entre las cervezas y el telo ya era demasiado para mí. Encima ese chico de veintiún años que parecía de veintiocho por lo gigantesco que era me superaba, me superaba todo ese cuerpo grandote que me abrazaba y que me hacía sentir que yo era un desnutrido, un duende pequeño.

Vamos a un telo cerca del cementerio de la Recoleta. El telo más caro de mi vida pero como nunca fui a un telo no sabía si era caro. Lo que sí, era muy lindo, muy moderno. No cogimos, intentamos pero no cogimos. Apenas hice que me penetrará me agarro una angustia que me golpeó todo el cuerpo, le dije que no, que era mejor estar con él, que me abrazara y esas cosas. Nos bañamos juntos y nos divertimos. En el vidrio del baño empañado escribe VIVA K. Me divierte mucho. Nos acostamos y nos despierta el conserje para irnos.

Al otro día caminamos por una Buenos Aires de domingo, no somos nada, somos “amigos”, él me trata bien, muy cordial, yo con mi silencio muestro mi tranquilidad y mi angustia exacerbada de domingo al mediodía. Voy a la casa de unos amigos y almorzamos con sus padres. Los padres son de Luján. Me traen hasta mi casa. Me acuesto y pienso que no todo es lo que parece y que más vale angustia en mano que mil osos volando.

3 comentarios:

  1. Más vale más vale. Igual se puede aprovechar el amor también.

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  2. :) No le tenés miedo a las palabras ni a la angustia. Pescalas y estrujalas bien, hasta pulverizarlas.

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  3. gracias.... sólo cuento lo que siento... hace rato que dejé de pensar cómo escribir.

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