martes, 16 de agosto de 2011

Amor de una noche, amor para toda la vida

Hay amores que uno sabe que van a durar para toda la vida, hay otros amores que son de una noche pero son tan intensos como la vida misma.

El sábado fui con mis viejos a Tecnópolis. Yo estaba con presión baja y angustiado, seguramente causado por mi relación fallecida hace unas semanas, y mis viejos decidieron llevarme a pasear para levantar el ánimo. Estuvimos toda la tarde entre robots kirschneristas sintiéndonos (espero que los tres, eso lo dudo) parte del proyecto nacional y popular. Vimos millones de cosas y los tres volvimos con una sonrisa de oreja a oreja.

Ni bien llego a Luján me pongo el pijama y me tiro en la cama. Le digo a mi vieja si me puede hacer unas milanesas y empiezo a pensar que podría salir a bailar a algún lado. Pienso en Zona X pero me da paja gastar tanta plata en remis y tan poco en la entrada, me parece una estafa que el remis cueste cuatro veces más que la entrada. La única salida posible es ir a Capital pero me inquieta lo de ir solo. No es que tenga miedo, pero en el estado en el que estaba ayer. Prefería ir con un grupo de gente que me pueda contener ante cualquier eventualidad… uno nunca sabe. Angustiado, me tiro en la cama y entro al mail. Encuentro en el Google talk a mi lector principal, ese que sin conocerme lee todos los cuentos que escribo a medida que los voy escribiendo, lo siento mi confidente y me gusta él. Me hace sentir cosas lindas, en las fotos tiene una sonrisa limpia y unos ojos brillantes que me llaman la atención, como si fuese un niño grande. Charlamos un rato y al toque me invita a salir en Capital, él es de allá. Miro la hora 22:30… tengo que salir corriendo para agarrar el colectivo de las Once. Me visto como puedo y salgo, llego a la parada y justo el colectivo se estaba yendo, pido un remis y le digo que me lleve a la terminal…. Por suerte, llegué. Le mando un mensaje que se quede tranquilo, que llego a la una de la mañana como planeábamos.

En el colectivo duermo todo el viaje, tenía sueño. Me despierto justo cuando el colectivo baja de la General Paz y le mando un mensaje de texto: “en 20 estoy”. No estoy nervioso. Tres semanas hace que estamos chateando y ya lo siento como alguien íntimo. Es el primero que lee los cuentos, me acompañó toda una semana que lo único que hacía era chatear, fumar y tomar mates desde la cama. Pienso que no debe ser tan malo. Pero el resultado era mejor de lo que esperaba. Un pibe lindo, con una camperita Adidas y unas ponys rojas, un pibe de barrio, de esos pibes que decís: “vamos a tomar una birra a la cantina y a jugar un pool” y acepta. Esos pibes que no tienen problema con que eructes, que no tienen drama si se te caen las migas. La noche se dio perfecta y no quiero contar más detalles. Lo único que pienso contar es una charla que tuvimos toda la noche sobre si nuestro amor era de una noche o para toda la vida. Yo no lo sé. Ahora, de nuevo en la cama, con mate y puchos puedo decir que lo extraño y que espero un mensaje de texto de él.

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