martes, 30 de agosto de 2011

Cian y magenta


opuestos complementarios

digo

llenas de color

y tus círculos rosas en azul cuando ves el sol

sos todo vos


imposible no recordate

en esta soledad acompañada


Bolivia es tuyo y sus colores

yo soy tuyo y mis colores


lleno de cian y magenta

estamos

inundados hasta el cuello


prefiero morirme así

lleno de colores

lunes, 29 de agosto de 2011

Carlos Jáuregui

Dos semanas de habitar lugares con mi mejor amante. Es increíble que las relaciones que parecen menos duraderas se hagan, finalmente, las más consolidadas. Podría decir que ya no creo en el amor pero de vez en cuando me mueven la estantería, se me queman los papeles y todas esas cosas que se dicen cuando uno se queda sin letra.

Me despierto un domingo cualquiera en Luján. Me acuerdo que ayer estuve todo el día con ese mejor amante. Anduvimos por una placita en el sur de Buenos Aires escuchando música. En la plaza se homenajeaba a Carlos Jáuregui y había una bandera multicolor flameando. Había gente conocida, conocida de vistas y conocida de charlas. Como siempre, prefiero el anonimato, pasar desapercibido pero mi mejor amante hacía escándalos diciéndome cosas hermosas y besándome a cada rato. Nos gustamos, creo que nos gustamos. Cuando uno está en este estado (dos años y medio de relación lo dejan a uno knock out), lo único que puede hacer es amar de una manera suave y sincera. Mi mejor amante, en cambio, vuelve todo fuegos artificiales, estallidos de emociones. ¿Quizás tengo miedo a sentir demasiado o es que me acostumbré a una frialdad de lo cotidiano? Lo cierto es que siento sobremanera cuando estoy con él, vivo como en una sensación de infinita alegría. A veces tiemblo por mi cordura, pero ¿Cuándo fui normal? Si vivo entre pastillas y psicólogos que me escuchan y me dan vuelta para acá y para allá.

Estamos en la placita, escuchando a una chica que toca la guitarra y canta canciones sobre tortas, tomamos café, bailamos y nos besamos. Hace demasiado frío para una tarde de invierno. Estamos más allá del invierno, en una zona que es la primavera en invierno, sentimos amor pero el frío nos congela. No sé cuánto durará esto…. Tiemblo por el surmenage que podría llegar a hacer el día que me deje. Al mismo tiempo, vivo emocionado. Sentir demasiado es trágico. Es muy difícil ser sutil cuando uno es pura sensibilidad desbocada….

Me río mucho, me siento conforme. Es las sensaciones que van encontrando como un lugar en mi cuerpo, me gusta este pibe, creo en este pibe, me hace temblar este pibe. Me tomo el colectivo en Once y vuelvo a Luján.

domingo, 21 de agosto de 2011

Nacional y popular

Voto y me voy para Capital. Llego, está mi mejor amante esperándome en su casa. Nos decimos cosas lindas y nos tiramos en la cama, nos besamos mucho. Él critica la familia por ser una norma heterosexista, yo lo beso y le digo que quiero formar una familia con él, “ahora se puede” lo incito Ponemos en su notebook la tv pública. Esperamos ansiosos hasta las 21 horas, es domingo de elecciones y el mundo parece ausentarse Somos nosotros dos y un sentimiento. Le pregunto cómo le fue en Tecnopolis, me cuenta que vió un espectáculo de Fuerza Bruta (escribo Fuerza Bruta pero pienso en el espectáculo Villa Villa de De la guarda, me acuerdo del 2001, yo tenía 16 años y me largué a llorar cuando entendí lo que pasaba, lo recuerdo como si fuese hoy).

Habla Cristina y mi amante repite a cada rato “es una goleadora”, nos besamos y tomamos Coca-Cola. Cogemos mientras habla Duhalde y nos reímos cuando dice que las fuerzas K son subversivas. “¿Vamos a festejar?” me dice, “Vamos a festejar” respondo.

Caminamos abrazados por Angel Gallardo, decidimos ir a Mc. Donald’s pero antes de llegar vemos una parrillita. Nos sentamos, pedimos milanesas con papas fritas y una cerveza. Nos sentamos afuera para poder fumar. Por la calle pasan los pibes de La Cámpora. El bar se llama “El angelito” y tiene banderines y remeras de Atlanta. Mi amante me dice que quiere ir a ver Atlanta y a mi me causa gracia, soy feliz. Volvemos a su departamento y dormimos.

A las 7 30 me levanta porque él se tiene que ir a laburar. “Mi coordinador progre de call centers” le digo yo entre risas. Subimos al subte lleno de gente, vamos siempre abrazados y nos besamos, nos damos besos tiernos. Se baja y termino en Belgrano, con el Tiempo Argentino y el Clarín, desayunando y haciendo análisis políticos. Le mando mensajes de amor por celular, él me responde y me cuenta lo que dice el Página 12.

martes, 16 de agosto de 2011

Amor de una noche, amor para toda la vida

Hay amores que uno sabe que van a durar para toda la vida, hay otros amores que son de una noche pero son tan intensos como la vida misma.

El sábado fui con mis viejos a Tecnópolis. Yo estaba con presión baja y angustiado, seguramente causado por mi relación fallecida hace unas semanas, y mis viejos decidieron llevarme a pasear para levantar el ánimo. Estuvimos toda la tarde entre robots kirschneristas sintiéndonos (espero que los tres, eso lo dudo) parte del proyecto nacional y popular. Vimos millones de cosas y los tres volvimos con una sonrisa de oreja a oreja.

Ni bien llego a Luján me pongo el pijama y me tiro en la cama. Le digo a mi vieja si me puede hacer unas milanesas y empiezo a pensar que podría salir a bailar a algún lado. Pienso en Zona X pero me da paja gastar tanta plata en remis y tan poco en la entrada, me parece una estafa que el remis cueste cuatro veces más que la entrada. La única salida posible es ir a Capital pero me inquieta lo de ir solo. No es que tenga miedo, pero en el estado en el que estaba ayer. Prefería ir con un grupo de gente que me pueda contener ante cualquier eventualidad… uno nunca sabe. Angustiado, me tiro en la cama y entro al mail. Encuentro en el Google talk a mi lector principal, ese que sin conocerme lee todos los cuentos que escribo a medida que los voy escribiendo, lo siento mi confidente y me gusta él. Me hace sentir cosas lindas, en las fotos tiene una sonrisa limpia y unos ojos brillantes que me llaman la atención, como si fuese un niño grande. Charlamos un rato y al toque me invita a salir en Capital, él es de allá. Miro la hora 22:30… tengo que salir corriendo para agarrar el colectivo de las Once. Me visto como puedo y salgo, llego a la parada y justo el colectivo se estaba yendo, pido un remis y le digo que me lleve a la terminal…. Por suerte, llegué. Le mando un mensaje que se quede tranquilo, que llego a la una de la mañana como planeábamos.

En el colectivo duermo todo el viaje, tenía sueño. Me despierto justo cuando el colectivo baja de la General Paz y le mando un mensaje de texto: “en 20 estoy”. No estoy nervioso. Tres semanas hace que estamos chateando y ya lo siento como alguien íntimo. Es el primero que lee los cuentos, me acompañó toda una semana que lo único que hacía era chatear, fumar y tomar mates desde la cama. Pienso que no debe ser tan malo. Pero el resultado era mejor de lo que esperaba. Un pibe lindo, con una camperita Adidas y unas ponys rojas, un pibe de barrio, de esos pibes que decís: “vamos a tomar una birra a la cantina y a jugar un pool” y acepta. Esos pibes que no tienen problema con que eructes, que no tienen drama si se te caen las migas. La noche se dio perfecta y no quiero contar más detalles. Lo único que pienso contar es una charla que tuvimos toda la noche sobre si nuestro amor era de una noche o para toda la vida. Yo no lo sé. Ahora, de nuevo en la cama, con mate y puchos puedo decir que lo extraño y que espero un mensaje de texto de él.

lunes, 15 de agosto de 2011

Las pústulas

Me despierto y me tomo un ibuprofeno, la garganta no me da más de tanto cigarrillo y frío, las piernas me tiemblan. Es sábado a la mañana y me doy cuenta que prefiero estar solo, me doy cuenta que preferí estar solo.

El viernes a la tarde fui a tomar un café con unas amigas a Capital, me tome el bendito 57 y nos encontramos en Caballito. Paseamos y compramos ropa. Yo no compré nada pero ayudé a mis amigas a comprarse sus cositas en locales tan careros como AY NOT DEAD, esa ropa que nunca podré tener y que gusta tanto, que es tan moderna.

Nos sentamos en un bar frente al parque Rivadavia que tiene una especie de lugar en la calle para fumadores, charlamos mucho y me doy cuenta que saco a la luz todos mis miedos, mis angustias, todo lo pongo sobre la mesa como una muestra bizarra de fealdades, como esos circos norteamericanos llenos de enanos freaks y de mujeres barbudas. Ahí está todo mi arsenal de deformidades, tómenlo amigas mías, besen a mis adefesios humanos, a mis granos de pus, a mis pústulas. Como en una ducha de calamidades vuelvo sobre mis miserias más últimas, más temibles. La charla, sin embargo, no deja de ser amable, no deja de tener la lucidez de aquel que murió mil veces infestado por algún bicho.

Me voy a las siete de la tarde, ya es de noche en este viernes de invierno, tomó el 57 de nuevo y llego a mi casa. Me hago milanesas, miro tele, un dolor terrible me oprime las sienes como si esa feria anómala de mis memorias se posaría en mi sien y me apretujara hasta sangrar. Me tiro en la cama.

Son las diez de la noche y me duermo, olvidándome que a las once y media más o menos llega un chico para hacer lo mismo de siempre: comer coger dormir. Me olvido de eso, me olvido de todo. El teléfono suena hasta la una y media de la mañana y yo duermo.

Son las tres de la mañana, me despierto y veo llamadas perdidas, puteadas en el contestador, mensajes de texto mandándome a la mierda…. No siento culpa, hoy preferí la soledad. El silencio atronador de mi cuerpo con sus fealdades, la sencillez de saber que no hay retorno, que no se puede seguir viviendo una vida de putos que vienen y se van como en un corso de homosexuales.

No puedo seguir ya más ese estilo de vida, necesito bajar un cambio, reencontrarme con algo de mí que me haga sustentable al mundo. Faltan dos días para volver a trabajar, de nuevo a despertarme a la mañana para ir a los colegios y hacer como que mi vida es perfecta frente a los niños, que yo los voy a cuidar y les voy a enseñar. Pero mi vida se vuelve terriblemente atroz cuando me veo en este espejo que deforma, en este corso de putos que vienen y se van, en los recuerdos de mis adefesios, de mis mentirosas pústulas de amor y dolor. No me encuentro y sé que yo no puedo volver a ser aquel que regalaba, enamorado, un cenicero de Marilyn. Tengo que reinventarme de nuevo, desde la soledad, desde mi miseria.

viernes, 12 de agosto de 2011

El cactus que me regalaste

Hoy trasplante ese cactus que me regalaste, chiquito, comprado en la entrada del Alto Palermo.

Con una amiga fuimos a desayunar y, entre charlas sobre literatura, amores y duelos, entre café y medialunas pasamos la soledad de la mañana, que muchos no la piensan pero que es tan ardua como la de la noche. Hablamos de vos, obvio que hablamos de vos. Hablamos de todo, de ella también. Mi tema principal sos vos desde hace casi dos años y medio y lo sigue siendo.

La acompañé a comprarse un jean que tenía encargado. En el lugar vendían ropa para mujer y para hombre y también adornos para la casa (¿cuántas veces caminamos por Flores o Belgrano buscando ese florerito que te gustara, ese adornito que hacía tanto estabas buscando?), me compré una maceta con un dibujo de Lichtenstein y me imagino que si vos la vieses y yo te diría que el dibujo es de ese pintor no te importaría, vos verías algo lindo para decorar (como mis warhols en mi pieza o el cenicero Marilyn que te regale…).Compré la maceta y un cardigan azul marino Tommy Hilfiger, que si vos lo hubieses visto te hubieses enamorado, y también me acordé de la billetera que encontraste tirada en el hotel donde trabajabas y que me la regalaste, siempre y cuando la arregle. Todo el día fue para vos y, sin embargo, estaba con mi amiga y feliz.

Ella me dijo que sufría de duelo eterno, yo la ironicé y le dije que los dos nos íbamos a hacer una remera que diga “sufro de duelo eterno”. Después hablamos de la ropa negra de la presidenta y también nos reímos mucho (de la desgracia propia y ajena). Así vamos, a tientas, como podemos. Cuando se despidió de mí, mi amiga me dice: “creía que ibas a estar más angustiado”. Me quedé sin palabras.

martes, 9 de agosto de 2011

Los evangelizadores

Existe de todo en este mundo, pero sobre todo, existe un tipo de persona que se me pega siempre: el puto evangelizador. Este es el que cree todavía en el amor a primera vista, el que te dice la segunda vez que te lo encontrás que se quiere casar con vos. Es el puto evangelizador, el que pretende en dos segundos estar en el altar y tener hijos. Yo también fui uno de ellos en algún momento. Ahora me tomo las cosas con soda. Para que lo entiendan, me divierto. Eso de andar llorando por los rincones por un amor de dos días es lo más patético que puede pasar. Las personas que se creen desdichadas por eso no merecen mi respeto.

Un martes viajé a Capital por cuestiones personales, tenía que ir a Belgrano, a casa de unos amigos, a buscar unas cosas. De paso, para pasar el rato, hago una cita con un pibe que encontré en mi msn y que ni sé de dónde lo saqué. El pibe me pasó su perfil de gaydar y no me pareció feo, es más, tiene en las fotos y en la realidad un porte importante.

Nos sentamos en un bar a tomar café con tostados, todo invitación de Mariano. Nos ponemos a charlar. Él saca su netbook y se pone a hacer cosas del trabajo. Me abraza y me empieza a besar hasta que llegamos a un punto de calentura bastante importante. Obviamente, el mozo viene a pararnos el carro y con razón, estábamos haciendo un escándalo. Mucho no me preocupa. Cuando tenía 20 años me echaron de un bar por tranzar con un pibe y el patovica me gritó de todo menos bonito, a los 22 mi hermano casi me cuelga cuando, un día, voy a la pileta de su casa con un chonguito y terminamos muy calientes besándono en la pileta. Es decir, no me asusta el escándalo. Es más, me causa gracia. Pero también creo que es algo pasado de moda en mí. Prefiero la charla tranquila y amena con, a lo sumo, dos manos entrelazadas. Cuestiones de edades me parece porque este chico no pasaba los 22.

Salimos del bar y me acompaña hasta Once a tomarme el colectivo a Luján. En la parada de colectivo le pongo el primer obstáculo: “tranquilizate, no me des besos que puede haber conocidos”. El chico se intimida un poco pero puede seguir las reglas del juego. No para de decirme que le encanto y me ofrece irme a vivir con él (¡la primera vez que lo veo!). Obviamente mis si son como puntos suspensivos. Le pido que vaya despacio, no me escucha, no puede.

El miércoles a la noche lo tengo en Luján. Mis viejos se fueron de mi casa y estoy solo. Necesito afecto y lo llamo. Uno a veces hace cosas simplemente por no pasar una noche en soledad pero los otros no lo entienden de esa manera. El pibe llega y me da un discurso sobre todo lo que me extraño (pasaron menos de 24 horas desde que nos despedimos), sobre el amor y lo fuerte que sentía el amor por mí. Cogemos y no la pasamos mal. No es un mal pibe pero me doy cuenta en ese momento que todo lo que hice fue un error, no hay que darle de comer al que todavía no sacó los dientes de vampiro. Cuando acabamos me acuesto, como el cliché que soy, en la cama y me enciendo un cigarrillo. En mi silencio, después de acabar, soy feliz. Pero él no, quiere llenarlo todo con palabras y me doy cuenta de eso. Empieza a exasperarme con su pregunta “¿Qué pensas?” y “¿Qué pasa por tu cabeza?”. Chicos, si cogen, no hagan nunca esas preguntas. Si no cogen, tampoco las hagan. Son las preguntas más hincha pelotas que alguien puede merecerse y más si está tranquilo después de la petit mort. No jodan con eso. No hay respuesta para esas preguntas. Es simple la respuesta: “Nada, no me pasa nada” pero los que la hacen no se conforman con eso quieren que uno haga diván con el otro y, para eso, uno tiene a su psicoanalista. Para no andar contando que le pase por la cabeza a su pareja o a su amigo o a quién sea. No jodan con querer analizar a la pareja, no lo van a lograr. Como dice Depeche mode, disfruten del silencio.

Entonces, este evangelizador empieza por ahí: primero, queriéndose casar a los dos minutos, cuando la realidad le muestra que lo cotidiano siempre es más lento y doloroso, siempre se tarda más en hacer realidad lo que uno proyecta, cae en una desesperación cuyo único consuelo es intentar poseer ya no al otro (como una propiedad privada, como un objeto de consumo) sino su fluir del inconsciente. Nada más burdo, nada más banal, nada más naïf para una segunda vez.

Me canso, me canso por repetición, porque la época del “¿En que pensas?” la pasé con mi ex y no la quiero volver a pasar. Dormimos y, a la mañana del jueves, lo despido de manera lamentable en la parada de colectivo.

lunes, 8 de agosto de 2011

Miedo a los putos putos

Domingo. Soledad, terrible soledad de domingo. Ayer hablé por teléfono con un chico de Luján, lo conocí en Manhunt, un sitio de encuentros para gays. En ese sitio siempre se conocen personas infames o nefastas, pero a veces no está mal correr riesgos. Como me dice mi mamá, no traigas a casa a extraños, entonces quedamos en que me pasaba a buscar por el Carrefour de Luján y de ahí ibamos en auto a tomar unos mates a algún lado.

Voy al Carrefour a las 17. Como siempre me visto de manera afrancesada para distinguir más mis rasgos homosexuales. Espero media hora. En la espera los chicos que hacen malabares con las pelotas en la esquina se quedan charlando conmigo, nos reímos un rato. Me siento en el cordón con ellos y nos morimos de risa.

Llega el pibe en un autito ford. Nada mal. Ya lo veo venir y pienso: “mmmm… este es medio boludo”. No importa, cuando uno está en el baile tiene que bailar. Le indico dónde hay una arboleda solitaria donde tomar mates. Le digo: “me imagino que compraste galletitas”. “Compré facturas” me dice y pienso que eso es bueno.

Nos sentamos en una pequeña arboleda enfrente del aeroclub de Luján. Me empieza a preguntar de mi vida, nada, las preguntas típicas de un pibe que no tiene mucha gracia. Charlamos tomamos mates. No me tira ni indicios que quiere estar conmigo, es como que hay algo de miedo en toda su performance, algo de no estar concluido. Vuelvo sobre mi pasado y me acuerdo mis primeros encuentros, tan tímido, tan creyéndome el único gay del universo. Le pregunto sobre su salida del closet. Obviamente pegué en el clavo (en el suelto), el pibe me empieza a contar que se fue a vivir solo porque no soportaba a los viejos y que nunca se lo había dicho “pero seguramente saben”. ¿Cuántas veces me dijeron lo mismo? ¿Cuántas veces tuve que escuchar esa excusa de cobardón de provincia? Me siento levemente superior. El tiene cuatro años más que yo pero su cara de pollito mojado lo dice todo. Vino buscando sexo y se va a llevar lecciones de vida.

Le cuento que a mi me encanta que mis viejos sepan, le cuento toda mi historia, lo que mis viejos sufrieron y como empezaron a ver mi sexualidad después de que tuve una relación duradera. Les explique como mis viejos también salieron del closet conmigo, como se dio el proceso en mi casa y si…. Obvio que todos sufrimos, que a todos nos costó. Mientras le cuento me tiro como Cleopatra en el diván pero en el pasto, me toco el pelo, me acaricio, me doy mimos, como sanando esas heridas de aquel momento, pero enfrente a un completo extraño. Baja el sol, hace frío. Le digo de pegar la vuelta.

Subimos al auto y me cuenta: “Yo tuve una relación que duro tres meses, con un tipo casado de Pilar, me di cuenta que a los casados le encanta que lo cojan”. Me empieza a subir la locura, también mil veces escuche la misma historia del tipo casado, mil veces doy el mismo consejo: “Para mí estar con un tipo casado es como prostituirse, es al pedo, si vos podés formar una familia, tener hijos, porque no buscas alguien que sea libre como vos (sic)…. Eso de ser el segundo es como rebajarte a mi no me va”. “Si, lo que yo no quiero es andar con putos ¡esos putos putos son un asco! Yo no quiero salir con una persona que todos digan que es puto”. Le digo que me dejé por ahí que estaba cerca de mi casa. Bajo del auto. “Mucho gusto” le digo (y si te he visto, no me acuerdo).

domingo, 7 de agosto de 2011

No te recordaba pijón

Viernes a la tarde, naufrago en internet buscando alguien para pescar, leo revistas digitales, paseo por páginas de conocidos. Aparece un chico en Facebook, me habla. Un pibe que hace tres años atrás fui a la casa. La casa quedaba en medio de un barrio bajo de no sé dónde, ya ni me acuerdo. Sé que era en zona oeste pero ni idea dónde.

Me acuerdo al instante que cuando fui a la casa de él con el 365 bajé en el medio de un lote baldío donde había una canchita de fútbol, caminamos por una calle que daba lastima, con casas que daban lastima y nos metimos a la casa de él. Me acuerdo que era rara la casa de él, de afuera no dabas dos pesos y adentro era bastante linda. Según la zona se acondicionan las casas, me acuerdo que pensé, y no da para mostrar hacia afuera, en ese barrio, lo linda que era por dentro. Lo mismo pasa con este chico.

Me lo encuentro en Facebook y charlamos. Recordamos viejos tiempos. Saco los dientes de vampiro virtual al instante y le digo “hoy no tengo nada para hacer, mis viejos no están ¿Queres venir?”. Me histerisquea un poco, lo común para hacerse ver, pero finalmente me da el sí.

En mi casa no hay gas, sólo agua fría. Intento pensar todo: me tengo que bañar con agua fría, la puta madre que lo parió, no importa, no importa, todo sea por una noche linda, ¿Qué comemos? No puedo cocinar, no tengo plata para pedir algo, tengo que ir al banco a sacar plata, la concha de la lora, en una hora viene…. Salgo corriendo para el banco, saco cien, vuelvo corriendo a mi casa, me baño con agua fría, como puedo, no nací para la milicia, pienso y me cago de risa de mi estupidez.

Al rato, llama que ya está en Luján. Lo voy a buscar, venimos caminando. En el camino nos acordamos de nuestra única visita, de cuando nos conocimos en un boliche, nos reímos bien, como si nos conociésemos de toda la vida.

Llegamos a casa y lo abrazo, nos besamos mucho mucho, en la mano tengo el teléfono de las empanadas pero ¡oops! Se cae al piso y ¡oops! terminamos en la cama. Entre besos, abrazos y cariñitos, todo el susodicho y me doy cuenta de que es gigantezco, pero lo que se llama muy grande. Empiezo a pensar: yo no me acordaba que era tan pijón, no, no me acordaba. Empiezo a tener miedo. No me acuerdo de haber estado desde hace tres años para acá con alguien tan pijón. Pienso: ¿Se habrá operado? Me dan ganas de hacerle miles de preguntas ¿Nene, era así antes la tuya?... pero no da, todo lo que se me ocurre es demasiado bizarro, demasiado burdo o demasiado pijocrático como para decir. Adentro mío me cago de risa y, al mismo tiempo, muero de miedo y, al mismo tiempo, me da curiosidad…. Todo junto y al mismo tiempo como una licuadora. Me doy cuenta de que no tengo gel íntimo, pienso cómo mierda me va a entrar eso… Llega el momento y le digo: “espera que voy a buscar cremita”, se caga de risa y me pongo colorado. Se dio cuenta me parece. Ya lo sabe, pienso yo. Nadie que tiene semejante pija no sabe que tiene semejante pija. Gracias a Dios y a la Virgen María santísima, excepto por un leve dolor inicial no hubo problemas. “Se come todo” pensé pero no quise hacer alarde de mis dotes de pasiva agresiva. La cuestión es que estuvo bárbaro.

Terminado el primer polvo y la situación inicial de miedo, terminado los cigarrillos post-polvo, escuchamos la puerta de mi casa que se abre. Mi vieja se olvidó no se qué cosa y la vino a buscar. Cerramos la puerta de mi pieza. “¿Se puede?” dice mi vieja. “No” le digo poniéndome el pantalón como puedo. “Ya salgo ma”. Salgo. “¿Estás con alguien?”. “Si”. “Bueno, pero lo conoces, mirá que no quiero a nadie desconocido en esta casa”. “Si, ma, lo conozco”. “Mejor así, anda a la pieza y seguí con lo tuyo”. Agarró unas cosas y se fue.

sábado, 6 de agosto de 2011

Los nenes bien

“Es tan difícil ser sutil”

Gaby Bex

Los nenes bien fumamos acostados, nos tiramos pedos. Los nenes bien solemos comer con la mano, solemos reírnos de todo, tranzar con cualquiera, besar a cualquiera. Los nenes bien no tenemos problemas con las drogas, las probamos todas. Tampoco tenemos problemas con la policia ni con el pibe de la esquina que nos pide un peso para la birra. Los nenes bien somos arrabal, saudade, barrio y salón VIP de Pacha. Los nenes bien vamos a comprar puchos en chancletas porque sabemos que está bueno parecer un paraguayo. Los nenes bien no chupamos pijas en público pero adentro de nuestra casa las chupamos todas. Los nenes bien nos despeinamos, no usamos cremas, no nos depilamos, porque sabemos que lo bueno está cuando uno más croto es. Los nenes bien no tenemos problemas de sacarnos los mocos en público y de poner música a todo lo que da en el colectivo. Los nenes bien escuchamos todo tipo de música y bailamos con todo. Los nenes bien unimos el bachillerato popular del barrio más pobre con la sala de personas más distinguidas. No tenemos filtro y queremos ser como Paris Hilton pero nunca como Britney Spears. Los nenes bien nos hacemos los que tomamos mucho alcohol pero en verdad le hacemos tomar mucho alcohol al otro. Los nenes bien no nos drogamos, ya nos dimos con todo. Los nenes bien hacemos gimnasio para estar mejor y comemos de todo para devorarnos al mundo. Somos tan felices en las fiestas y tan angustiados en nuestra intimidad. Somos trágicos a más no poder y todo nos da impresión. Nuestro falo es todo nuestro cuerpo y buscamos a ese que nos pajee haciéndonos masajes. Así somos, egoístas, trágicos y sensibles, los nenes bien somos lo peor para cualquiera.

viernes, 5 de agosto de 2011

Tengo amores virtuales

Como todos los solteros, tengo amores virtuales. Personas que quizás nunca llegué a conocer, que me atraen por sus fotos tan bien enfocadas y encuadradas en Facebook o en Google +. Con mis amores virtuales navego por un río de palabras lindas, sexys y siempre creo que me van a venir a buscar a mi palacio de cartón y que vamos a generar una vida hermosa, con una casa con malvones en la puerta y un perro labrador que nos de mimos cuando lleguemos. Sueño que a mis amores virtuales les preparo el café con leche a la mañana y comemos un super desayuno en la cama, mientras miramos el noticiero. Sueño que me voy a trabajar, que vuelvo y que me pongo delantal de cocina para hacerle de comer unos ricos churrascos con ensalada de tomate y lechuga y vivimos felices y comemos churrascos.

Pero cuando más pienso en mis amores virtuales, más me alejo de mi realidad de zapatillas toppers gastadas, de mi realidad de sueños rotos… Así voy alimentando una vida que no es, unas relaciones que no son otra cosa que palabras en la pantalla. La literatura también es un poco eso, palabras que parecen pero no son.

Con mis amores virtuales siempre tenemos orgasmos virtuales, nos reímos virtualmente, nos adoramos virtualmente y todo no deja de ser como una pantalla de algunas pulgadas con un chat en el sector derecho de la pantalla. A veces siento que el amor virtual parece real, pero siempre llega el desengaño de infinita soledad, infinita tristeza.

jueves, 4 de agosto de 2011

Dealer de abrazos

“No te enamores de nadie me dijo”

Jaime Roos.

Juego a ser dealer. Voy a Mercedes a cenar con una amiga, es jueves a la noche. Comemos un rico matambre de cerdo con puré de manzanas, tomamos vino, hablamos de política, arte, arte y política… En fin… todo lo que dos solterones como nosotras pueden decir. Suena la una en el reloj cucú y le digo que me voy a pachanguera. A todo esto, llegó un amigo de ella que se prendió a la cena. Sin preguntar nada me tomo un remis que me deja en Suipacha, en Zona X.

Para los que no conocen Zona X les voy a contar un poquito cómo es. Es un boliche que queda en el medio del campo, supuestamente es un boliche gay pero va de todo, según mis datos etnográficos tenemos varios tipos de personas: los homosexuales provincianos en busca de amor, homosexuales porteños en busca de diversión, paquis resignados a que un travesti les chupe la pija, paquis que te quieren cobrar para que les chupes la pija, travestis originales, drag queens del subdesarrollo (es decir, chicos homosexuales que se ponen una peluca para que sea más fácil chupar pijas), gente que va con sus amigos a bailar, camioneros que buscan que un travesti o pseudotravesti le chupe la pija…. En fin, cuantitativamente hablando, de los que van el noventa por ciento se mueve alrededor de la pija, sea propia o ajena, el resto baila, se divierte con amigos o busca amor. Como soy elitista me interesa ese reducto de gente que va para bailar, divertirse o buscar amor. La verdad que ya no tengo ni busco pija.

Entro a Zona X, un quincho con un par de luces, no piensen en esos boliches porteños, piensen en un quincho de paja (justamente) con unas cuantas luces y mucho pero mucho frío de invierno. Entro y hay sólo cinco personas. Por suerte, ciertas leyes microfascistas no llegan tan campo adentro, entonces me puedo prender un pucho y pedirle una cerveza al barman. Me siento en una especie de sillón con una mesita al lado, apoyo la cerveza, la tomo tranquilo mientras fumo, pero no corro y corro, simplemente me quedo escuchando las cumbianchas que van pasando. Un pibe se sienta al lado mío, está acompañado con un oso de unos 45 años. Me pide un cigarrillo. Le doy uno, le doy fuego. Se ríe. Histeriqueo. Miro para el otro lado y hay cuatro chonguitos, seguramente futboleros, que agitan sus pies mostrando insatisfacción en el sexo. Saludo a uno. Le digo: “qué lindo que sos”. Se sonroja pero como no puede con masculinidad me dice: “necesito plata para el bondi de vuelta, me das 10 pesos”. “Ni en pedo, lo último que me faltaba ¡pagar por sexo!”. Miro para el otro lado, el chico del cigarrillo me sonríe. Le cuento: “está re bueno ese pendejo pero quiere que le pague para chuparle la pija ¿A vos te parece?”. Nos reímos. Sin querer lo abrazo y sigo: “¿De dónde sos, bombón?”. Me cuenta que es de Capital, que estaba de trampa. “Obvio, los jueves son de trampas” y me río… Me doy cuenta de que lo que necesita es unos buenos abrazos, nada de sexo para ese chico, tratarlo como mi pareja, como mi esposo por un rato y que me dé abracitos, después dejar que vuele. “Ah… sos re tierno, yo me caso con vos”. Nos damos unos besos, me invita a bailar. Bailamos cumbia villera. Yo levantó los dedos índices, bajo levemente la cabeza y grito “esaaaaa”. Me divierten los clichés porque soy un cliché ambulante. Me aburro de bailar con él. Voy al baño.

En la puerta del baño me encuentro a los cuatro chonguitos parados como esperando algo de la vida, no sé, que un traba les pagué por chuparle la pija. Abrazo al que me gustó, le digo en el oído: “no podes ser tan lindo, amor”, le toco levemente el bulto y le dejo un beso en el cachete. Los amigos se cagan de risa. Me voy rápido y con la frente en alto.

Salgo del baño. Los chonguitos no están más. Ahora hay dos pibitos que buscan amor, se le nota en la cara. Miran todo con miedo, son amigos y miran todo como por vez primera, los ojos grandotes mezcla de miedo y satisfacción. Uno de los dos me cae bien. Le preguntó el nombre “Joaquín” me dice y agacha la cabeza, me mira con ojos de gato de Shrek. Busca amor pienso. Le doy un abrazo y me clava un beso, nos besamos un rato y justo pasa mi primer novio, el que va a ser mi esposo por toda esa noche. Me tira con algo, lo miro, me río y me voy con él a bailar de nuevo….

El amigo es mago y mientras bailamos me hace unos cuantos trucos de magia, me divierto con eso. Le doy unos abrazos a mi esposo, bailamos de la mano Gilda, después cuarteto cordobés. Cuando pasan reggeaton me cachondeo y le muevo el orto un rato. Nos aburrimos de ser una pareja tan perfecta y cada uno se va por su lado.

Paso por la “pista” si a ese cachito de tierra se le puede llamar pista y un flaquito completamente borracho me toca el culo. Me doy vuelta y le digo “¿Qué te pasa? ¿Queres un beso?”. El flaco habla como borracho, no puede ni enfocar, me abraza y tira todo el peso de su cuerpo sobre mi cuerpo. Intento darle un beso y me histerisquea, lo dejo ahí, que siga borracho.

Doy una vuelta en el dark room, están todos los trabas y pseudotrabas chupando pijas o haciendose coger. Encuentro a mi esposo, le doy un par de besos y nos sentamos abrazados en un rincón a mirar el espectáculo. Su amigo se está haciendo chupar la pija por anda a saber quién. Los cuatro chonguitos fuman parados y unos pseudotrabas le succionan todo.

Salgo. Encuentro a Joaquin de nuevo y le doy un abrazo, es tan chiquitito, cómo mierda ese alfeñique tiene 25 años, para mi que me mintió. Igual no importa. La mitad de la gente del boliche está en el dark room, la pista está casi vacía. Jueves: noche de trampas pienso. Y es lindo saber que entre tantas trampas estoy solo y no busco nada. Que solo me paseo y me sirvo lo que encuentro.

Un pseudotraba que mide como dos metros me abraza, me dice “qué lindo que sos guacho”. Yo le digo que él también, pero que lastima que se vino así. Me dice que parece un payaso. Me toca el culo. “¿Algún activo por acá?” me pregunta. “Nada nada” le digo. Nos damos unos besos. “Che, ¿vos te viniste así para engancharte chonguitos?” le pregunto. “Sí, pero es mentira, así también no enganchas nada”. Nos reímos. Lo dejo.

Miro el reloj, son las cinco de la mañana. Ya me siento cansado de tanto merodear por todo el boliche y dar abrazos y decir cosas guarangas o tiernas según el partener. Voy a la barra, busco mi abrigo, ese montgomery que me lo compre porque se parece al de Harry Potter, salgo a la puerta. En la puerta, la escarcha, el frío de julio de vacaciones. Pienso en llamar al remis pero como me arranco la cabeza no lo llamo. Pienso “¿Camino hasta la garita donde, supuestamente, tiene que pasar el bondi que va hasta Mercedes?”. Me doy cuenta que estoy en medio de Suipacha, sin ganas de gastar plata para la vuelta.

Sale un pibe. Le grito con mi mejor vos de macho cabrío “Che, ¿para dónde vas?”. “Para Mercedes” me responde. “¿Me dejas en la terminal de colectivos?”. “¡Dale!”. Espero que no me pida que le chupe la pija, pienso. Después de recorrer un lugar donde el noventa por ciento sólo ve pijas. Vamos en el auto, charlamos, trato de hacerme el amigable. Creo que en algún momento me lo va a pedir pero me parece que se dio cuenta que no le voy a dar cabida. Me deja en la terminal de colectivos.

Arriba del 57 se siente ya más tranquilo. Son cuarenta minutos y ya estoy en casa. El único problema es que no tengo puchos. Espero tener alguno tirado en mi pieza. Duermo.

Luján. Paso por la panadería: facturas. Llegó a mi casa. Me hago unos buenos mates y duermo. Viernes a la mañana. La gente, mientras venía, se iba a laburar con sus abrigotes y sus bufandas. Yo, tranquilo. Nada malo puede pasar excepto enamorarme.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Al ver verás

Hay un taller de perforaciones de agua potable y servicios agroindustriales que tiene este nombre. Es el taller de mi viejo, Eduardo Massone. Pero el nombre tiene la historia de mi abuelo también encima. Mi abuelo era herrero y hacía millones de trabajos por todo el país. Tenía el taller a tres cuadras de mi casa, donde nació y creció mi mamá. Mi abuelo, Victor, era un payaso pero esos payasos payasos. Eso es, por lo menos, lo que me cuentan. Buscando por internet me encontré que en Mar del Plata existe un club atlético Al ver verás y algunas personas me dijeron que la frase es un versículo bíblico. Anda a saber de qué lugar. También, existe la canción de Spinetta que se llama así y un parador al costado de la ruta 2, camino a Mar del Plata. Es increíble que uno encuentre tantas relaciones con un solo nombre, un nombre que viene de familia. Así como cuando uno encuentra que ciertas personas que uno le tiene mucho afecto están en algún lado de la madeja familiar. Más que un árbol genealógico, a veces uno construye un rizoma una red genealógica, donde los lazos son mucho más raros de lo que uno cree. Esto podría ser una historia pero es más que eso, es como un caminar por varios apellidos, nombres: Griffini, Massone, Magadán, Ferrario…. Uno va surfeando por esos apellidos y encuentra actitudes que nos asombran y que vemos en nosotros mismos. Mi abuela, la última vez que la fui a visitar, se puso en pedo con una fanta, decía “está fuerte el licorcito”. Según una amiga: “le pegaron las burbujas”. A mí también ya me pega todo y veo la vida con mi fasito interior encendido. Digo no a cualquier tipo de droga, a cualquier tipo de tranza. No tranzo. Vivo surfeando imaginaciones de gente enrarecida, enloquecida y miro el paisaje para sentirme bien. Miro el sol y me enciendo un cigarrillo, mi única adicción, para no perder la costumbre… En mi casa hay plantas de ajíes puta parió, albahaca, ajenjo, pajaritos, romero, ruda macho y hembra y en la puerta hay unas flores que parecen orquídeas. Comemos higo de tuna, mermelada de zapallo, jalea de membrillo, arroz con leche, guisos. Vivo de fiesta y siempre, después del almuerzo, me tengo que hacer un cafecito o una pava de mate. Creo en la vida, en la sensibilidad, en mi familia y poder construir una familia con el chico más lindo del universo, un príncipe azul que me lleve a todos lados, que me haga reir y llorar, y todo al mismo tiempo. Soy Susanita, pero en varón. Arroz con leche, me quiero casar con un señorito que me haga jugar, sin drogas, sin anfetas, sin halopidol, simplemente con la risa clara y pura de un niño pero grande y fuerte. Eso es lo que quiero. Eso es lo que necesito. Eso es la falta…. Lo demás es puro chanchullo para pasarla bien.

martes, 2 de agosto de 2011

Prostituta del amor

Un año de matrimonio igualitario en la Argentina se puede festejar de muchas maneras, menos de la mía. Voy a una fiesta de osos en el hotel Bauen. Tomo bastante cerveza. Bailo y me encuentro con un matrimonio amigo, charlamos mucho, nos divertimos y uno de ellos me dice: “mira que los osos son re tiernos, estaría bueno que veas que pasa con alguno”. ¿Para qué dicen esas cosas? ¿Para que me proponen de esa manera?

En fin, la cuestión es que ellos se van, no se a dónde, a bailar por ahí, no los encuentro. Me pongo a bailar solo como una puta, en verdad, como siempre lo hago. Mi movimiento pélvico ahuyenta tanto como atrae, es un movimiento de caderas bastante epiléptico que a ciertos tipos de pibes atrae, no sé por qué…. ¿seré tan puta?

Estoy bailando. Tengo los ojos pintados y la boca también porque antes estuve con Leonor Silvestri y ella me dijo que me faltaba feminizarme. Por eso, me pintarrajeó toda. Ya no era ni ella ni él… era un chico con barba con la cara pintada…. Un payaso quizás o una especie de Ziggy Stardust del subdesarrollo…. A todo esto, así estaba en una fiesta de osos, de esos tipos fuertes, grandotes, machotes, todos masculinos. Es decir, nunca entendí nada de mi vida y recordando todo esto me sale una risa histérica de “a buen entendedor, pocas palabras” pero yo no tengo pocas palabras tengo muchas y muy malas.

Bailo, danzo, hasta que en el momento de una cumbia de Gilda un osezno me toma por la cintura y me hace girar, girar, girar enloquecidamente. Bailo como una perrita en celo y ni me acuerdo que hace una semana me peleé con mi ex, no me acuerdo de nada. A todo esto, los tortolitos que hace unos meses se casaron desaparecieron, me dejaron en banda o vieron que ya un oso me había hecho de su propiedad.

Charlamos y le cuento toda mi vida a ese pibe. Veintiún años tenía el guacho y tenía más calle que todos los putos juntos. Me abrazaba, me besaba, me preguntaba porque me sentía medio mal. A todo esto yo reía, lloraba, contaba mi intimidad con una soltura increíble. En la fiesta había olor a faso y él me llevaba para lugares donde no se sienta el olor, eso me gustó.

A las seis de la mañana partimos. Caminamos por Corrientes de la mano, dimos algunas vueltas por la 9 de Julio. Terminamos en el famoso Mc Donald’s pero estaba lleno de gente. “¿Vamos a un telo?” me propone y le digo que sí.

Mi verdad es que nunca fui a un telo, no entendía nada, entre las cervezas y el telo ya era demasiado para mí. Encima ese chico de veintiún años que parecía de veintiocho por lo gigantesco que era me superaba, me superaba todo ese cuerpo grandote que me abrazaba y que me hacía sentir que yo era un desnutrido, un duende pequeño.

Vamos a un telo cerca del cementerio de la Recoleta. El telo más caro de mi vida pero como nunca fui a un telo no sabía si era caro. Lo que sí, era muy lindo, muy moderno. No cogimos, intentamos pero no cogimos. Apenas hice que me penetrará me agarro una angustia que me golpeó todo el cuerpo, le dije que no, que era mejor estar con él, que me abrazara y esas cosas. Nos bañamos juntos y nos divertimos. En el vidrio del baño empañado escribe VIVA K. Me divierte mucho. Nos acostamos y nos despierta el conserje para irnos.

Al otro día caminamos por una Buenos Aires de domingo, no somos nada, somos “amigos”, él me trata bien, muy cordial, yo con mi silencio muestro mi tranquilidad y mi angustia exacerbada de domingo al mediodía. Voy a la casa de unos amigos y almorzamos con sus padres. Los padres son de Luján. Me traen hasta mi casa. Me acuesto y pienso que no todo es lo que parece y que más vale angustia en mano que mil osos volando.

lunes, 1 de agosto de 2011

Te odio tanto

Odio, odio, tantas cosas odio de vos que ya estoy harto, cansado, angustiado, stressado, de acordarme que gastaba todo mi mísero sueldo en cocinarte para que, cuando me quedaba sin plata, tenía que rogarte para que me des un billete de diez de mierda. Odio, odio que nunca aceptes que me cagaste millones de veces y que saliste de joda sin mí, que estuviste haciendo todo lo posible para dejarme, para angustiarme, para hacerme infeliz, que te enojabas por cualquier cosa cuando yo había lavado los platos y hecho la comida, que me tenías como tu sirvienta por ser pasiva, sólo por ser pasiva. ¿Vos que mierda te crees, pelotudo? ¡Encima me decís que soy egoísta! Que siga hablando con tu familia y preocupándome por tus sobrinitas es ser egoísta, ¿O acaso no sabes que ese cuadro que tan lindo se ve en tu living me costó cien pesos? ¿O acaso no te das cuenta que me gastaba mi sueldo en los viajes para ir a verte, que vos no venías a ver a mi familia nunca y que yo siempre iba a tu casa? Como tu sirvienta me querías, como tu sirvienta, todo el día fregando para vos y chupándote el pito, ese pito chiquito y flácido., asqueroso. No doy diez pesos más por un pito como el tuyo, mezquino, asqueroso, siniestro.

No para de darme risa la última vez que nos vimos, como te ponías colorado en ese café a medida que iba subiendo mi voz y gritando, como pagué la cuenta y me fui y te dejé tres horas tocando timbre en la puerta de mi casa. Gracia me da, mucha gracia, escuchar tu voz de tarado diciendo: “Mariano, abrime”, golpeando la puerta y después haciéndote el víctima de esa situación por msn. Pero no te das cuenta de que el víctima soy yo, pelotudo, que el que se la pasaba fregando y cocinándote soy yo, que el que iba al supermercado era yo, que el que te esperaba diez horas encerrado en tu departamento, aburrido, sin nada para hacer, era yo. ¿Te dabas cuenta de eso? ¿Te dabas cuenta de que me tratabas como un trapo de piso mientras te hacías el fashion y robabas plata en el puestito de mierda de Alto Palermo? No tenes la altura para ser un palermero, nene, falta mucha merca encima, falta mucho VIP de Palacio y pepa en Mar del Plata.

Sos un villerito prostituyéndose para una gran cadena multinacional y ni te das cuenta, sos un piojo resucitado, como decía mi abuela, la loca. No tenes ni idea de cómo se trata a una pareja. Bien que para sacarte plata había que rogarte, bien que para que te la ponga tenía que laburarte una semana seguida. ¿Vos te crees que así vas a mantener satisfecho a alguien? ¿Vos te crees que algún porteño le va a dar pelota a un provinciano pobre que se gana la vida robando en un puestito de Alto Palermo? Encima con esos aires, nene. Tan superada ella que no puede ni putear. ¡Animate a gritar, pelotudo! ¡Animate a enojarte! ¡Animate a hacer un puto beso negro! Ni eso, sos una pasivita haciéndote la activa, maquillándote para la situación. Te miras al espejo y decis “soy bien activa” mientras el culo tiene ganas de la verga más grande del universo. Ojalá que te agarren miles, millones y sin forro y cuando las pústulas empiecen a salirte en la cara, cuando la cara se te empiece a caer y empieces a tomar miles de pastillitas (ya no de la alegría, sino de las otras) te acuerdes de ese pelotudo que iba al supermecado, que lavaba los platos y se gastaba todo el sueldo en viajes y en comida (cosas simples, cosas de pobres), porque yo ya no voy a estar más. Te voy a cerrar la puerta en la cara de nuevo como hice esa noche que hacía frío y que te enfermaste. Seguí cogiendo sin forro, amor, seguilo haciendo, primero fue una hepatitis y gonorrea, eso se cura… Ahora el bicho, agarrátelo vos solito.

Secreto entre amigos


“La Revolución ya no es más que un sentimiento.”

Pier Paolo Pasolini

Hoy me doy licencia, me sirvo un whisky on the rocks y empiezo a escribir. Quizás, por ser el tercer hijo me toco la sensibilidad, como los terceros hijos de los cuentos folklóricos alemanes y lo que voy a contar también es un cuento folklórico, con magia, con situaciones absurdas, quizás un poco atroz en el fondo.

Me peleé con Ezequiel, quizás definitivamente. Uno nunca sabe, la bondad y ética que tengo por ser tercer hijo me impide robar. Y quizás varios robos hay en medio de esta historia.

Ahora son las tres de la tarde. Estoy exhausto después de haber comido un guiso y tomarme unos mates con bizcochitos. Me decido. Voy. Me pongo la mejor ropa y me voy a Open Door. Tomo el colectivo. Misteriosamente tarda muy poco. Leo en el viaje un poeta olvidado. No miro el paisaje.

Bajo en el centro comercial de Open Door: un lugar de dos o tres cabañitas una pegada al lado de la otra. Nada más. La estructura me hace acordar al centro comercial que hay a la entrada de Sierra de los padres.

Ahí me espera un chico de 23 años, campera violeta, jeans tiro bajo que parece que todo el tiempo están cayéndose. Este es el secreto: ese amigo ahí esperándome. Primera visita. Y quizás hablamos toda la tarde como si nos conociésemos de toda la vida.

Llego a la casa y tengo el miedo de que sea un perverso más. Miro las manos, manos gigantescas y pienso en Laura: “Si tenes manos grandes no sos perverso”. Me tranquilizo. Hablo, hablo mucho. Tomamos pavas y pavas de mate en una habitación venida abajo, en una casa venida abajo. La pintura intenta disimular el ambiente atroz que se vive en la casa. Una cama de dos plazas, un colchón doblado en dos a modo de puf, duendes y atrapasueños colgados del techo. El techo sólo tiene las chapas, las maderas las sacó ese chico que me está conociendo, sin embargo, no hace frío. Estoy en pulóver, ese pulóver que compré en Capital, tan a la moda en ciertas coordenadas, tan frívolo. Hablamos y hablamos. No paramos de hablar y tomar mates.

Aparece su madre y su hermana con facturas. Saludo, como se debe. La madre le dice: “tiene tonada ¿es brasilero?”. “Mi mamá no entiende nada” me dice. Le propongo ir a tomar unos mates a una plaza. Me retruca: “La plaza está llena de gente, vayamos al basural”.

A pesar de que uno se imagina un basural con basura, me llevo a un lugar donde había cuatro pinos en hilera. Todo el campo alrededor era un campo de cardos que, en el intermedio de los mundos, en el crepúsculo, se tornaban pequeñísimos pomponcitos uno al lado del otro. Nos sentamos en el último pino, seguimos tomando mates y comiendo facturas. Hablamos, no me acuerdo bien de qué, pero pude lograr una sonrisa. Jugamos a la pulseada china.

En un momento de silencio lo miro y le digo: “éste es un lugar para sellar pactos de sangre” recordando el principio de la novela IT de Stephen King, cuando los niños sellan un pacto de sangre haciéndose un breve corte en el dedo índice, pero esto no se lo digo, no quiero pasar por intelectual, quiero lo simple, lo bueno. Lo que sí le comento es cómo se ven los últimos rayos de sol y cómo los cardos forman un manto de pompones.

Le pido que me dé la mano. Nos tocamos las manos, las tiene frías, y las mías, a pesar del frío son fuego. Me dice que mis manos son suaves. Nos soltamos para que él pueda seguir tomando mates. Habla de un duelo, lo entiendo.

El tiempo pasa y el intermundo se va acabando para dar lugar a la oscuridad. Veo que mi celular tiene 17 mails y me doy cuenta que dejé el tiempo en Luján. Le digo que tengo que volver. Antes, le pido una última cosa: “dame un abrazo”. Nos damos un abrazo y volvemos caminando para la parada de colectivos.

Subo al colectivo y quiero llorar pero no me sale. En el fondo, un tipo escucha cumbia. El colectivo es con boletos como había antes y se paga con billetes, no con monedas… Miro sin mirar, aunque no estoy muerto. Empiezo a pensar que tengo que escribir todo lo que pasó en esta tarde. Llego a mi casa, me doy una licencia y me sirvo un vaso de whisky on the rocks.