viernes, 12 de agosto de 2011

El cactus que me regalaste

Hoy trasplante ese cactus que me regalaste, chiquito, comprado en la entrada del Alto Palermo.

Con una amiga fuimos a desayunar y, entre charlas sobre literatura, amores y duelos, entre café y medialunas pasamos la soledad de la mañana, que muchos no la piensan pero que es tan ardua como la de la noche. Hablamos de vos, obvio que hablamos de vos. Hablamos de todo, de ella también. Mi tema principal sos vos desde hace casi dos años y medio y lo sigue siendo.

La acompañé a comprarse un jean que tenía encargado. En el lugar vendían ropa para mujer y para hombre y también adornos para la casa (¿cuántas veces caminamos por Flores o Belgrano buscando ese florerito que te gustara, ese adornito que hacía tanto estabas buscando?), me compré una maceta con un dibujo de Lichtenstein y me imagino que si vos la vieses y yo te diría que el dibujo es de ese pintor no te importaría, vos verías algo lindo para decorar (como mis warhols en mi pieza o el cenicero Marilyn que te regale…).Compré la maceta y un cardigan azul marino Tommy Hilfiger, que si vos lo hubieses visto te hubieses enamorado, y también me acordé de la billetera que encontraste tirada en el hotel donde trabajabas y que me la regalaste, siempre y cuando la arregle. Todo el día fue para vos y, sin embargo, estaba con mi amiga y feliz.

Ella me dijo que sufría de duelo eterno, yo la ironicé y le dije que los dos nos íbamos a hacer una remera que diga “sufro de duelo eterno”. Después hablamos de la ropa negra de la presidenta y también nos reímos mucho (de la desgracia propia y ajena). Así vamos, a tientas, como podemos. Cuando se despidió de mí, mi amiga me dice: “creía que ibas a estar más angustiado”. Me quedé sin palabras.

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