martes, 4 de octubre de 2011

Sea la suerte

No sé a dónde estoy yendo. Es sólo un murmullo. Preferir el zumbido, el olor del silenciamiento y notar, notar que el tiempo es un helado derretido que va pegoteándose a los dedos. Como un niño, tengo miedo a la oscuridad. Tengo miedo a mis miedos y, a veces, no puedo parar de ser sincero. Es como que necesito desenvolver todo lo que me hace sentir extremadamente pesado. Tengo que bajar la mochila y sentarme a descansar. Es tan duro. Un golpe atrás de otro y yo, un cúmulo de clichés, voy intentando decir algo pero digo otra cosa. Lo importante es cambiar de tema para que el silencio no liquide.

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Tan lindo. Por la ventana se ven las ramas, todas enmarañadas, con algunas hojas a principio de octubre. Quizás sea de la suerte que esté acá, mirando. Recordar las calas de septiembre es como vivir abrazado a un paisaje que no está, pero que murmura algo en el recuerdo. El cigarrillo es para acercarme, me repite cosas, insiste. Veo un roble, un camino de robles y eucaliptos que llegan a una casa con chimenea. Un asado de domingo debajo de los laureles y unos tulipanes creciendo en una maceta. Veo mis ilusiones desbordadas. Sabe que juego a todo o nada y me sonríe. No puedo parar de estar triste. Todo se pierde en esta época y te miro y tengo miedo por mí.

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¿Sabes? Necesito que me veas. Jugar moviéndote entre tus cosas y las mías. Quiero mezclarme en vos, alquimia de cuerpos. Ayer estaba terrible, lo entiendo. Pero es que a veces ¿Entendes? Es eso lo que me enloquece y te lo tuve que decir, es algo constante en mí. Disculpame. Disculpame porque pasa ¿Sabes?

2 comentarios:

  1. Nada mal atreverse al silencio: hay demasiados carteles indicando adónde ir y lo que-se supone-hay que saber.

    Hermosa esa memoria vegetal entretejida a la convocatoria del humo.

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  2. gracias Lisarda!
    a mi también es un texto que me gusto mucho, sobre todo esa memoria vegetal.

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