viernes, 28 de octubre de 2011

Impresiones sobre "Libro de sombras"

Marcia lo Feudo

Tener tu libro entre mis manos es extraño, sos el mismo chico hipersensible que fuma sin parar, que tiene el sí fácil, que acepta a todos en el Facebook por una cuestión ideológica casi, que se tienta con promociones en tiendas de ropa, que le gusta bailar haciéndose la histérica, que necesita pastillas para dormir y chocolates para olvidar. Ese mismo chico que me habla de igualdad de género, de autores, de libros, de chicos, chicos y más chicos.

Me regodeo al tener entre mis manos flacas, tu libro, flaco pero espeso, denso. Y hablo de densidad en el sentido químico, líquido, resultado de combinaciones, mezclas, mixturas, voces… Como un conjuro o un experimento, te imagino en un bosque de noche, al borde de una olla, lanzando polvos, néctares, elixires, inhalando los vapores, riendo a las carcajadas, desaforado, con paroxismos y los ojos en blanco. Te imagino brujo, payaso, filósofo, indio, mujer.

Tu libro…tu libro entre mis manos tiembla, porque es la poesía la que tiembla, como en un vaso con agua se sienten las pisadas de un elefante viniendo, en tus palabras siento… un tsunami a punto de estallar y arrasar con todo. Es poesía que se mueve de eje todo el tiempo, va y viene, las letras son hormigas bajo mis ojos, hormigas que escapan, que emigran de una tormenta. Es propicio, es necesario el movimiento para no sucumbir.

Y de nuevo el agua, tus letras llenas de agua, el agua como líquido de revelado de fotos, como fondo de ojos. (“El órgano circular, ojo, se expande y se contrae”) Y por allí, vemos nadando a un pez, un pez que habla por vos y que no es pez, y que no es vos. Si tuviera una pecera invisible sin vidrios y sin cerramientos, o un mar en una ventana, adoptaría a ese pez y lo alimentaría con galletitas chinas.

Tu prosa es militante, militante de la igualdad, desde la utópica transparencia de la religión que vos soñás.

Confieso que a mí un poco me marean, los nombres de esos escritores que como todo académico enumerás como si fueran compañeros de truco, pero para mí, una simple y poco leída mujer, son polvorientos próceres de la literatura, algunos conozco de nombre, otros no tengo el gusto.

Llego a la conclusión que tu literatura es atómica, escribís desde el ojo de lo atómico, algo se está por destruir para volver a renacer, con más luz, con más aire, como el Big Bang. Porque las palabras se forman como un cántico, como una premisa, alquimia iridiscente, lanzada al espacio para que el otro lo interprete, le de forma, lo guarde en un frasquito y se lo cuelgue en el cuello, como el vidrio del collar ese.

Igual yo sigo viendo y admirando todas tus voces, el escritor fecundo e ilustrado y el niño que se pregunta, que espera, que llora, ese niño con rizos, legado dorado que te atraviesa.

TE QUIERO

P.D.: Un día, cuando tenga mucha plata, te voy a regalar una orquídea y le vas a poner de nombre “Marcia”, porque yo sé que la vas a saber cuidar muy bien.

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