lunes, 18 de marzo de 2013

Desde el exilio


Ayer le decía a una amiga que yo era un escritor para leer y olvidar. Últimamente vivo exiliado de la vida literaria, esa vida que te exige lecturas en voz alta en bares de mala muerte, recorridos por ferias de libros independientes y esas cosas.Ahora, mientras todos los profesores hacen movilizaciones, yo aprovecho mis días de paro para cocinar chocotortas, tortas fritas, pastafrolas, para mirar mucha pero mucha televisión y dormir con Marquitos hasta la hora que nos de la gana. Nunca estuve tan desconectado del mundo de la literatura como ahora. Creo que es síntoma de ser profesor. La única revista que agarro es una de crucigramas que me compré y que la estoy completando obsesivamente. Tengo pensado comprarme "La tercera fábrica" de Shklovski. Es un síntoma también resguardarme en mis clásicos: en la voz de los poetas rusos, en la narrativa de Jean Genet, en la poesía de Perlongher, en las "Causeries" de Mansilla. Mientras Marquitos se va a su curso de fotografía, yo me hago unos mates y abro ese libro de Mansilla al azar y leo una anécdota. Cada vez estoy más seguro que no hay mejor literatura que la del siglo XIX. En mucho es mejor que la ínsipida y lúdica literatura del siglo XX. El realismo puede con todo, es increíble leer a Henry James o a Tolstoi y darse cuenta de que uno entiende absolutamente todo lo que quieren decir esos autores. 
Igual pensé que no iba a escribir sobre literatura sino sobre mí, sobre mi exilio deliberado. Un santo, el santo que baila, decía que el mercado es una conversación de dos en un castillo. Me doy cuenta de que, nosotros, los que no nacimos para congraciarnos en la juventud todo el tiempo, los escritores viejos aunque seamos jóvenes, entendemos esa sentencia del santo. ¿Qué historias esperan? ¿Dos pibes haciéndose la paja en un lote baldío? ¿Un profesor de matemáticas tomando merca? ¿Esas boludeces esperan? No se dan cuenta de que el snobismo de lo vulgar los va a dejar mochos. 
Hoy me llega más la voz de Liliana Herrero diciendo "Cristo de las redes/ no nos abandones/y en los espineles/ dejanos tus dones". Lo sagrado se me hace más amable, rito del exiliado.

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