viernes, 26 de octubre de 2012

En el conurbano

Lo que voy a escribir es lo más desgarrador que escribí nunca, quizás no se note pero lo es. 

En el conurbano bonaerense nos remitimos solamente a los hechos para mostrar lo terrible de nuestra existencia. En el conurbano vi al chico más lindo, con rastas, morocho, que estaba en la puerta de un recital de Logos casi desmayado. Lo conocía y lo invité a que se coma un pancho conmigo pero no quiso. En el conurbano no andamos con vueltas, no hay tiempo para volteretas, el tiempo apremia. Estamos tan solos que daríamos mucha plata por segundos con alguien. El chico de rastas me dijo que no, que no quería un pancho. Yo sabía de cómo vivía, lo conocía de antes y moría porque el chico de rastas me de besos desenfrenados contra una pared, que atrás de un árbol me desvista. Pero nada de eso paso. El chico estaba casi desmayado porque había fumado mucho, tomado mucho y comido poco. El hacía días que no comía. Así se pasa en el conurbano, pensé. Así la paso yo, como una sombra entre gente sin esperanzas, atada a una ciudad que es un pozo y que consume, consume por demás. El chico de rastas en mi sueño me despierta con un desayuno pero no es él, es otro, el de mis sueños. El conurbano es más terrible, es un chico de rastas con la ambulancia al lado y yo diciéndole que si quiere comer un pancho que se lo pago, que tengo un billete de cien pesos en mi bolsillo, aunque no parezca, aunque haya ido hasta el centro en bicicleta. El chico morocho, petiso, con una remera negra de heavy metal me mira y me conoce. Sabe que nuestros caminos se cruzaron por algún lado. Por algún colegio en el que anduve dando clases y él hacía de las suyas. El chico de rastas no tiene para comer, no tiene para vivir y con gusto yo lo llevaría a mi casa pequeñoburguesa a cambio de algo de sexo y afecto. Pero el conurbano es duro, golpea, deja cicatrices en la cara y en el cuerpo. ¿O acaso dónde están las marcas de mi homosexualidad? ¿Acaso alguien las ve? El chico de rastas que fue a ver el recital de Logos las siente, tanto como yo. En eso los dos estamos de acuerdo.

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