viernes, 14 de diciembre de 2012
Luján hoy
sábado, 24 de noviembre de 2012
Mar del plata
martes, 13 de noviembre de 2012
Noche
sábado, 3 de noviembre de 2012
El miedo
martes, 30 de octubre de 2012
Ángeles
domingo, 28 de octubre de 2012
Te extraño mucho, posta
viernes, 26 de octubre de 2012
En el conurbano
En el conurbano bonaerense nos remitimos solamente a los hechos para mostrar lo terrible de nuestra existencia. En el conurbano vi al chico más lindo, con rastas, morocho, que estaba en la puerta de un recital de Logos casi desmayado. Lo conocía y lo invité a que se coma un pancho conmigo pero no quiso. En el conurbano no andamos con vueltas, no hay tiempo para volteretas, el tiempo apremia. Estamos tan solos que daríamos mucha plata por segundos con alguien. El chico de rastas me dijo que no, que no quería un pancho. Yo sabía de cómo vivía, lo conocía de antes y moría porque el chico de rastas me de besos desenfrenados contra una pared, que atrás de un árbol me desvista. Pero nada de eso paso. El chico estaba casi desmayado porque había fumado mucho, tomado mucho y comido poco. El hacía días que no comía. Así se pasa en el conurbano, pensé. Así la paso yo, como una sombra entre gente sin esperanzas, atada a una ciudad que es un pozo y que consume, consume por demás. El chico de rastas en mi sueño me despierta con un desayuno pero no es él, es otro, el de mis sueños. El conurbano es más terrible, es un chico de rastas con la ambulancia al lado y yo diciéndole que si quiere comer un pancho que se lo pago, que tengo un billete de cien pesos en mi bolsillo, aunque no parezca, aunque haya ido hasta el centro en bicicleta. El chico morocho, petiso, con una remera negra de heavy metal me mira y me conoce. Sabe que nuestros caminos se cruzaron por algún lado. Por algún colegio en el que anduve dando clases y él hacía de las suyas. El chico de rastas no tiene para comer, no tiene para vivir y con gusto yo lo llevaría a mi casa pequeñoburguesa a cambio de algo de sexo y afecto. Pero el conurbano es duro, golpea, deja cicatrices en la cara y en el cuerpo. ¿O acaso dónde están las marcas de mi homosexualidad? ¿Acaso alguien las ve? El chico de rastas que fue a ver el recital de Logos las siente, tanto como yo. En eso los dos estamos de acuerdo.
lunes, 22 de octubre de 2012
lazo de confianza
sábado, 20 de octubre de 2012
Encuentro
miércoles, 17 de octubre de 2012
Otra día a las doce de la noche
sábado, 13 de octubre de 2012
El sentido de la revolución
Me siento infeliz, incomodo. No sé dónde está mi lugar. Recuerdo una vez que estuve en Mar del Plata y me pasó lo mismo. Es el momento en el que querés sentar a la otra persona enfrente, sea la hora que sea, y explicarle por qué no podes más. Te sentís preso en tu propio cuerpo, en una mañana que se hace larga y tediosa.
Quizás, en este momento, lo mejor sea armar las valijas. Decir adiós, de una vez y para siempre. Terminar el juego, perdiendo, como siempre. El duelo del duelo del duelo. Beckett decía que había que fracasar mejor, siempre. ¿Se puede tener tanto odio al conocimiento? ¿Se puede desestimar tanto a una persona por los lugares que habita?
Hoy me siento menos que humano. Tengo menos derechos que un grano de polvo que se cuela por la ventana, ahora, a las seis de la mañana. Los humanos son contradictorios, los que se dicen humanos. Pelean por ciertas ideas pero después no saben llevar la revolución a sus propias casas, a su propia mente. De esta manera, presentan una batalla pública que no pueden llevar adelante en su propia intimidad. Creen que cambian el mundo pero no entienden que el mundo son ellos mismos y que si no hay un cambio en su propia subjetividad es imposible un cambio a nivel macroscópico.
Ya no creo en las grandes revoluciones, en la emancipación, en la autonomía, en la libertad. Siempre uno está al borde de sí mismo, se hace para y con los otros. Uno es, por naturaleza social, dependiente de otros, vulnerable en su propio cuerpo. El otro se puede constituir de dos modos: como alguien a quien albergar o como una amenaza. Muchas veces, los que se dicen humanos, buscan hacer la revolución sin darse cuenta de que lo más importante es albergar al otro.
El tema del otro es re importante en una revolución. ¿Qué se hace con esos que quedan al borde, por fuera de? ¿Qué se hace con los que no pueden constituir ningún tipo de masa? Hoy serán los locos, los linyeras, los que tienen el bicho, los que no tienen a dónde ir, los que piden monedas en el subte. Mañana serán otros. En la maravillosa Cuba "revolucionaria", a Reinaldo Arenas lo llevaron preso por ser homosexual y casi lo linchan. Después, cuando se va como balsero a EEUU tampoco encuentra lugar por ser sidoso, sigue manteniendo una posición marginal y desclasada.
Ciertas revoluciones no toleran lo otro, la gran mayoría de las revoluciones, es decir, las grandes revoluciones. Muchas veces pienso, como Walter Benjamin, que la clase que verdaderamente tiene poder revulsivo son los lumpenes y no los obreros. Esos marginales (de la noche) que terminan casi siempre en el encierro son los que verdaderamente llevan la delantera al pensar un tipo de sociedad nueva. Es decir, el pibe que come la sobras de Mc Donald's a la madrugada tiene más poder revulsivo que un obrero organizado. Pero esto los que se dicen humanos no lo pueden entender.
Los humanos, los que se dicen humanos, cambiaron en este último tiempo la mayúscula de Democracia por la mayúscula de Revolución. No se dan cuenta de que el pensamiento debe ser otro, el de las pequeñas minúsculas, el de los susurros. La pequeña revolución que quiero presentar no es una que se da a viva voz sino una que se susurra de oído en oído, haciendo hueco con las dos manos, para sentir al otro cuerpo cercano, albergándolo, sintiendo esa presencia maravillosa que es lo extranjero a uno mismo.
lunes, 24 de septiembre de 2012
Brotes de primavera
Así estoy con vos, en ese espacio de transición donde algo se entierra (una pequeñísima parte de uno se va con uno) para empezar a brotar otras cosas de uno mismo, levemente, sin apuros...
lunes, 17 de septiembre de 2012
Otra vez Marina
miércoles, 12 de septiembre de 2012
El viaje
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Mis zapatillas están al lado de la cama. No las saqué de la caja. Están como muertas esperando ser estrenadas. Vos te fuiste a cortar el pelo y yo escucho Liliana Herrero, canta El tiempo está después. ¿Te acordas de todo lo que nos hace recordar esa canción?
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Te llevé la ropa al lavadero, fui a la imprenta. Al tipo de la imprenta le gustó que el libro tenga diferentes colores. Los miraba como a un objeto extraño. Quedaron lindos pienso. Se los mostré a Manu, el piensa como yo, que no hay que darle tanta bola a los detalles.
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Enero (diarios en verano) se llama el libro. Lo escribimos en Bolivia, en Luján y en Buenos Aires. También se escribió en Córdoba, una mínima parte. Mañana, jueves, nos vamos. Tengo ansiedad, como galletitas Express con mermelada de mandarina, esa que hizo Marga con las frutas de Carlos Keen.
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Mañana a las 9 30 de la mañana voy a estar frente a un curso dando clases, después iré al gimnasio y vendré a Capital. La Capital, como le dicen en Luján, como le dicen en provincia. Como si La Capital fuese un lugar inaccesible para las personas del interior.
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Carla, mi profe del gimnasio, me preguntó "¿te vas a Córdoba a un retiro?". Yo le dije "si, salgo de Retiro". "Ah no.... pensé otra cosa" me dijo. ¿Ahora creen que soy católico?
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20 libros. Con 20 libros nos vamos.
jueves, 6 de septiembre de 2012
Nuestros lugares
lunes, 3 de septiembre de 2012
Doliente aleluya
sábado, 1 de septiembre de 2012
Realismo extremo
domingo, 12 de agosto de 2012
animal carnívoro
lunes, 2 de julio de 2012
El árbol de tilo
jueves, 21 de junio de 2012
Entre la hipérbola y el hipervínculo el Libro de Sombras de Mariano Massone, algo que no se vuelve dibujo y que, sin embargo, todo el tiempo se está dibujando, desdibujándose.
Por Romina Freschi
es una esfera. Volviéndose sobre sí mismo es
espectador de un tiempo que no es repetible, de un ojo
que no es repetible (mirada tornasolada que
subleva el espacio)
y otra vez, la voz que se escucha no es mía.
La voz se vuelve candor, se despliega de mí
como si fuese un pez que vive en mi estomago y que
sólo se puede descifrar bajando a mi profundidad
por una roldana y un balde: Aljibe que hay en mí,
que contiene a un pez que habla por mí.
(Pez halado a mí…)
martes, 19 de junio de 2012
vida en minúscula III
sábado, 16 de junio de 2012
vida en minúscula II
viernes, 15 de junio de 2012
vida en minúscula
martes, 12 de junio de 2012
Filosofía barata y zapatos de goma
(puedo aterrizar en la oscuridad)
domingo, 20 de mayo de 2012
Sin mucho para decir
viernes, 18 de mayo de 2012
Ley de identidad de género
lunes, 7 de mayo de 2012
Un relato como fundamento
viernes, 13 de abril de 2012
Pacífico violento
lunes, 9 de abril de 2012
Encuentro con el Diablo (o Lo Siniestro)
viernes, 30 de marzo de 2012
Cambios
lunes, 19 de marzo de 2012
Amor pentecostal
Conocí a Lucas en la Plop. Al toque me contó que él era hijo de un pastor pentecostal que odiaba la homosexualidad. Luquita era hermoso, morocho, hecho con anda a saber qué cincel. Me prometió la luna esa noche y me la dio. Terminamos en un telo de Once. Me acuerdo que ahí empezó todo, entre los gritos de las colombianas que se escuchaban a través de las paredes que parecían de cartón y nosotros besándonos a más no poder. Después de eso, estuvimos meses, años. Dos años llegamos a estar. El me hablaba de Dios y me aburría, decía que la Iglesia verdadera no aceptaba a los putos y él era puto. Sin embargo, con la familia todo bien. El padre me charlaba, tomaba mates conmigo. A veces, los domingos lo veía vestido de traje saliendo para la Iglesia. No parecía tan malo como creía Luqui, no parecía tan malo.
Luquita comía poco y todo dietético, no fumaba, no tomaba alcohol, él decía que era de la santa rebeldía… Yo no entendía… El decía que nos íbamos a casar en una Iglesia Pentecostal que está cerca del Congreso, en Buenos Aires, donde aceptan los matrimonios putos.
Una vez, me acuerdo, me regaló una Biblia de esas que te regalan en la calle, esa que son buenas para armar cigarrillos. Ahora que me acuerdo, cuando me la regaló ya estábamos en las últimas. Pero todavía no quiero entrar en ese momento. Lo que sí puedo decir es que todo empezó cuando empecé a entender lo que pasaba en esa Iglesia.
Con Luquita empezamos a coger sin forro después de seis meses, cruciales seis meses. Antes, el había tenido hepatitis B y yo le pedí ver los análisis y él me los negó. Parece que la Iglesia también tenía una obra social donde el loguito era un pibe y una piba con un nenito en medio, un logo parecido al que usaban los naranjitas cuando fue lo del matrimonio:
Me di cuenta que todo era de una fachez desmedida pero yo le seguía creyendo a Luqui.
Los diálogos entre nosotros se iban poniendo cada vez más intensos. Tanto que Luqui ya ni tenía relaciones conmigo. Una vez por semana como mucho y a mí que me gusta estar tanto con una persona, abrazarme, besarla pero él se empecinaba en la santa rebeldía y cada vez era menos lo que nos tocábamos, lo que nos decíamos “te amo” y esas cosas.
Un día me cansé y lo dejé. Pero lo dejé porque no se quería ir al Fernández a hacerse el análisis de HIV conmigo. La charla fue la siguiente:
M:- Vamos al Fernández a hacernos los análisis que son gratuitos y confidenciales.
L:- El sida no existe, es una mentira de la ONU para sacar más plata en medicamentos.
M:- ¡Pero si no sabes si tenes, no te podes tratar! ¿Entendes?
L:- Es que no existe…. Mi Iglesia dice que es una mentira para tener a los países subdesarrollados en jaque de una manera monetaria, la ONU es una conspiración que, mediante los medios de comunicación, mantienen a toda la sociedad sedada de las verdaderas verdades de la humanidad… Hace mucho tiempo se sabe de esto.
M:- Bueno… Ya fue… Si no queres hacértelo, te dejo.
Y lo dejé nomás. Así dejé a mi amor pentecostal, que hasta el día de hoy no sabe si es reactivo o no reactivo. Espero que ande bien.