Boris Pasternak, un escritor ruso, iba a dar un discurso para la asociación oficial de escritores de la URSS, él había escrito un discurso pero antes de subir al estrado, un oficial de Stalin le rompió su hoja y se la cambió por otra. El llegó al estrado y frente a los micrófonos lo único que alcanzó a gritar, antes de que lo saquen de las narices, es "no se organicen".
Ser realista extremo conlleva una decisión imperiosa de soledad. Lo real es una invaginación de nuestro discurso, lugar inaprehensible y ahuecado de nuestras palabras. Es el culto al silencio de las obras de Beckett o la cavidad simbólica que divide las quimeras en la obra de Fijman. No vivimos nuestros reales desde la palabra, más bien la experimentamos en el caosmos en el que estamos sumergidos, en nuestros cuerpos a-morfos, más no disformes. Figura atonal, ruinosa. El ritmo del mundo es increíblemente más congestionado de variables que lo que podemos imaginar con nuestro lenguaje. En ese mundo no hay lugar para nosotros, los que valemos menos que una sombra, los que no nos intercambiamos ni nos subimos arriba o abajo del árbol del significado.
a veces pienso qué sería poder probar por un rato, no ser social, o no ser de lenguaje, pero no me animo a sentirlo porque la soledad se vuelve abrumadora.
ResponderEliminardibujar es jugar un rato a eso.
totalmente... el momento de producción de arte tiene ese estado de incertidumbre que, creo, no lo permiten otras instancias de la vida.
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