lunes, 3 de septiembre de 2012
Doliente aleluya
El mate está en el punto justo hoy. Mi vieja me dejó una Rhodesia en la mesa para cuando llegue del gimnasio. La canilla de la cocina gotea. No se escucha nada más y pongo Jeff Buckley para pasar este momento, se escucha un doliente aleluya y me doy cuenta que Buckley me gusta más por su vida que por su obra. Se murió nadando en un río, ahogado. Recién alcanzaba lo que ciertas personas llaman la fama, eso que te hace salir en todos los diarios y encontrar fotos de vos en todos lados. Yo estoy ahogado en vida pero quiero construir una catedral gótica con las palabras, que se semeje a un palacio encantado, con fantasmas que mueven cadenas, con raptos de locura consciente... ¿Y si me miro al espejo y les cuento que encuentro dos órbitas deshabitadas? Soy menos que ese fantasma que vivirá en mi palacio gótico de palabras. Me llegan sonidos de algún monstruo, ¿o será mi imaginación que escucha las ramas que se mecen con el viento?
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