Algo está sucediendo, casi topológicamente, en nuestro habitar. Y cuando hablo del habitar y de los sujetos de ese habitar, hablo de Marcos, Marina y yo.
El año pasado el habitar se centraba en la pieza: comer, dormir, estar, todo lo hacíamos mirando tele o entre las dos computadoras con las cuales siempre estamos conectados - frase mía hasta el hartazgo: "podría vivir en cualquier lugar del mundo si tiene conexión a Internet"-. Sin embargo, el habitar de este año se nos abre en el living- comedor.
Quizás, pequeñas variaciones hacen la diferencia del estar ahí. La compra del juego de living, que todavía no llegó, nos llenó de expectativas. Por otro lado, las visitas y los visitantes - ná kar diría "¿Quién vive? ¿Quién vive ahí?/ Están todos como hendidos bajo la luna y reman o se rayan un círculo de cantos./ Pero hablan de las sociedades del pasto/ de lo que su podrido hervidero les hace:/ la ciena retinal está hiperpoblada- hacen que el pequeño, minúsculo living se amplié y se vuelva cálido, hogareño.
Los visitantes: esa forma de llenar el espacio con extranjeros. Lujo de hospitalidad: tomar mates, reír, reflexionar, dejar que la palabra se vuelva acertijo. También carnavalización, mascarada, juego de señoras tomando el té que filosofan sobre el mundo. También se aprende, como todo.
Hoy volví de la dentista y Marcos estaba en el living-comedor estudiando. Pongo mi computadora y el agua para el mate y armamos esa escenificación: nuestra intimidad. Él lee sobre trabajo social, yo miro facebook, escribo, le doy de comer a la gata, leo algún poema, algún cuento, vuelvo sobre la computadora.
El valor del silencio en la relación es el valor del proceso cognitivo que nos lleva empoderarnos de la palabra. El silencio es palabra escrita, leída, susurrada con algún "¿me das un mate?" o la irrupción del silencio para decir: "escuchá lo que escribí - lo que leí-".
Dicen que cuando los agentes secretos ingleses investigaban a Karl Marx por creerlo un perjuicio para su sociedad, lo único que vieron, en dos semanas que lo estuvieron espiando, es a una persona que no paraba de leer, escribir, cuidar a sus hijos y hacer el puchero para su familia.
La resistencia muchas veces se puede dar en sólo cuatro paredes. En los visitantes que vienen y se van. En las sutiles o crueles palabras que se van intercambiando. Para ser una hiedra vocal es necesario, también, escuchar a todos los visitantes que vienen y se van y sobre todo la hospitalidad. Convocar desde lo íntimo. Volver el habitar de ese lugar un lugar accesible para los nuestros.
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