Hoy, en una casa recién pintada, donde se mezclaba el olor a latex y a eucalipto, escuché el grano de voz de Joplin en una voz de Luján.
Me contó primero que no tenía plata, que no quería pedirle a su madre por miedo a las represalias. Después de eso, con Marcos, la invitamos a cenar. Comida que compramos y ella cocinó gustosa. También llevamos el Fernet y la Coca para amenizar el rato.
Alguien, un visitante a esa casa de la calle Ituzaingo - cerca del hospital-, dijo que no quería cantar más gratis. "Parece que nos hacen un favor, cuando el favor se los hacemos nosotros" sentenció.
El Fernet pasaba de mano en mano y así los cigarrillos iban llenando una bola de humo en el espacio reducido de ese comedor.
No era Woodstock pero yo sentí que un poco sí lo era: gente sin dinero y con mucho talento se reunía porque sí, a cantar, y poseían el duende en sus gargantas.
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