Como todos los solteros, tengo amores virtuales. Personas que quizás nunca llegué a conocer, que me atraen por sus fotos tan bien enfocadas y encuadradas en Facebook o en Google +. Con mis amores virtuales navego por un río de palabras lindas, sexys y siempre creo que me van a venir a buscar a mi palacio de cartón y que vamos a generar una vida hermosa, con una casa con malvones en la puerta y un perro labrador que nos de mimos cuando lleguemos. Sueño que a mis amores virtuales les preparo el café con leche a la mañana y comemos un super desayuno en la cama, mientras miramos el noticiero. Sueño que me voy a trabajar, que vuelvo y que me pongo delantal de cocina para hacerle de comer unos ricos churrascos con ensalada de tomate y lechuga y vivimos felices y comemos churrascos.
Pero cuando más pienso en mis amores virtuales, más me alejo de mi realidad de zapatillas toppers gastadas, de mi realidad de sueños rotos… Así voy alimentando una vida que no es, unas relaciones que no son otra cosa que palabras en la pantalla. La literatura también es un poco eso, palabras que parecen pero no son.
Con mis amores virtuales siempre tenemos orgasmos virtuales, nos reímos virtualmente, nos adoramos virtualmente y todo no deja de ser como una pantalla de algunas pulgadas con un chat en el sector derecho de la pantalla. A veces siento que el amor virtual parece real, pero siempre llega el desengaño de infinita soledad, infinita tristeza.
Virtual es no real generalmente, pero creo que se puede realizar, o más bien, puede tener realidad siempre y cuando uno sepa mantenerlo en cierto límite, sabiendo que de este lado todavía hay que trabajar para una realidad real, y diferente, y más sensual que la otra (por eso más temeraria)
ResponderEliminarel problema es que es virtual cuando sabemos que el lenguaje es de naturaleza virtual y nuestro cuerpo también es virtualizable, potencial... Es difícil pensar que es la realidad real cuando vemos que todo puede ser transformable y transformador...
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