Odio, odio, tantas cosas odio de vos que ya estoy harto, cansado, angustiado, stressado, de acordarme que gastaba todo mi mísero sueldo en cocinarte para que, cuando me quedaba sin plata, tenía que rogarte para que me des un billete de diez de mierda. Odio, odio que nunca aceptes que me cagaste millones de veces y que saliste de joda sin mí, que estuviste haciendo todo lo posible para dejarme, para angustiarme, para hacerme infeliz, que te enojabas por cualquier cosa cuando yo había lavado los platos y hecho la comida, que me tenías como tu sirvienta por ser pasiva, sólo por ser pasiva. ¿Vos que mierda te crees, pelotudo? ¡Encima me decís que soy egoísta! Que siga hablando con tu familia y preocupándome por tus sobrinitas es ser egoísta, ¿O acaso no sabes que ese cuadro que tan lindo se ve en tu living me costó cien pesos? ¿O acaso no te das cuenta que me gastaba mi sueldo en los viajes para ir a verte, que vos no venías a ver a mi familia nunca y que yo siempre iba a tu casa? Como tu sirvienta me querías, como tu sirvienta, todo el día fregando para vos y chupándote el pito, ese pito chiquito y flácido., asqueroso. No doy diez pesos más por un pito como el tuyo, mezquino, asqueroso, siniestro.
No para de darme risa la última vez que nos vimos, como te ponías colorado en ese café a medida que iba subiendo mi voz y gritando, como pagué la cuenta y me fui y te dejé tres horas tocando timbre en la puerta de mi casa. Gracia me da, mucha gracia, escuchar tu voz de tarado diciendo: “Mariano, abrime”, golpeando la puerta y después haciéndote el víctima de esa situación por msn. Pero no te das cuenta de que el víctima soy yo, pelotudo, que el que se la pasaba fregando y cocinándote soy yo, que el que iba al supermercado era yo, que el que te esperaba diez horas encerrado en tu departamento, aburrido, sin nada para hacer, era yo. ¿Te dabas cuenta de eso? ¿Te dabas cuenta de que me tratabas como un trapo de piso mientras te hacías el fashion y robabas plata en el puestito de mierda de Alto Palermo? No tenes la altura para ser un palermero, nene, falta mucha merca encima, falta mucho VIP de Palacio y pepa en Mar del Plata.
Sos un villerito prostituyéndose para una gran cadena multinacional y ni te das cuenta, sos un piojo resucitado, como decía mi abuela, la loca. No tenes ni idea de cómo se trata a una pareja. Bien que para sacarte plata había que rogarte, bien que para que te la ponga tenía que laburarte una semana seguida. ¿Vos te crees que así vas a mantener satisfecho a alguien? ¿Vos te crees que algún porteño le va a dar pelota a un provinciano pobre que se gana la vida robando en un puestito de Alto Palermo? Encima con esos aires, nene. Tan superada ella que no puede ni putear. ¡Animate a gritar, pelotudo! ¡Animate a enojarte! ¡Animate a hacer un puto beso negro! Ni eso, sos una pasivita haciéndote la activa, maquillándote para la situación. Te miras al espejo y decis “soy bien activa” mientras el culo tiene ganas de la verga más grande del universo. Ojalá que te agarren miles, millones y sin forro y cuando las pústulas empiecen a salirte en la cara, cuando la cara se te empiece a caer y empieces a tomar miles de pastillitas (ya no de la alegría, sino de las otras) te acuerdes de ese pelotudo que iba al supermecado, que lavaba los platos y se gastaba todo el sueldo en viajes y en comida (cosas simples, cosas de pobres), porque yo ya no voy a estar más. Te voy a cerrar la puerta en la cara de nuevo como hice esa noche que hacía frío y que te enfermaste. Seguí cogiendo sin forro, amor, seguilo haciendo, primero fue una hepatitis y gonorrea, eso se cura… Ahora el bicho, agarrátelo vos solito.
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