Domingo. Soledad, terrible soledad de domingo. Ayer hablé por teléfono con un chico de Luján, lo conocí en Manhunt, un sitio de encuentros para gays. En ese sitio siempre se conocen personas infames o nefastas, pero a veces no está mal correr riesgos. Como me dice mi mamá, no traigas a casa a extraños, entonces quedamos en que me pasaba a buscar por el Carrefour de Luján y de ahí ibamos en auto a tomar unos mates a algún lado.
Voy al Carrefour a las 17. Como siempre me visto de manera afrancesada para distinguir más mis rasgos homosexuales. Espero media hora. En la espera los chicos que hacen malabares con las pelotas en la esquina se quedan charlando conmigo, nos reímos un rato. Me siento en el cordón con ellos y nos morimos de risa.
Llega el pibe en un autito ford. Nada mal. Ya lo veo venir y pienso: “mmmm… este es medio boludo”. No importa, cuando uno está en el baile tiene que bailar. Le indico dónde hay una arboleda solitaria donde tomar mates. Le digo: “me imagino que compraste galletitas”. “Compré facturas” me dice y pienso que eso es bueno.
Nos sentamos en una pequeña arboleda enfrente del aeroclub de Luján. Me empieza a preguntar de mi vida, nada, las preguntas típicas de un pibe que no tiene mucha gracia. Charlamos tomamos mates. No me tira ni indicios que quiere estar conmigo, es como que hay algo de miedo en toda su performance, algo de no estar concluido. Vuelvo sobre mi pasado y me acuerdo mis primeros encuentros, tan tímido, tan creyéndome el único gay del universo. Le pregunto sobre su salida del closet. Obviamente pegué en el clavo (en el suelto), el pibe me empieza a contar que se fue a vivir solo porque no soportaba a los viejos y que nunca se lo había dicho “pero seguramente saben”. ¿Cuántas veces me dijeron lo mismo? ¿Cuántas veces tuve que escuchar esa excusa de cobardón de provincia? Me siento levemente superior. El tiene cuatro años más que yo pero su cara de pollito mojado lo dice todo. Vino buscando sexo y se va a llevar lecciones de vida.
Le cuento que a mi me encanta que mis viejos sepan, le cuento toda mi historia, lo que mis viejos sufrieron y como empezaron a ver mi sexualidad después de que tuve una relación duradera. Les explique como mis viejos también salieron del closet conmigo, como se dio el proceso en mi casa y si…. Obvio que todos sufrimos, que a todos nos costó. Mientras le cuento me tiro como Cleopatra en el diván pero en el pasto, me toco el pelo, me acaricio, me doy mimos, como sanando esas heridas de aquel momento, pero enfrente a un completo extraño. Baja el sol, hace frío. Le digo de pegar la vuelta.
Subimos al auto y me cuenta: “Yo tuve una relación que duro tres meses, con un tipo casado de Pilar, me di cuenta que a los casados le encanta que lo cojan”. Me empieza a subir la locura, también mil veces escuche la misma historia del tipo casado, mil veces doy el mismo consejo: “Para mí estar con un tipo casado es como prostituirse, es al pedo, si vos podés formar una familia, tener hijos, porque no buscas alguien que sea libre como vos (sic)…. Eso de ser el segundo es como rebajarte a mi no me va”. “Si, lo que yo no quiero es andar con putos ¡esos putos putos son un asco! Yo no quiero salir con una persona que todos digan que es puto”. Le digo que me dejé por ahí que estaba cerca de mi casa. Bajo del auto. “Mucho gusto” le digo (y si te he visto, no me acuerdo).
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