A veces no se qué escribir. Pienso decir algo importante pero no me sale nada. Así voy pensando y repensando lo que digo y al final quedo en un vacío. No se por qué mis dedos empujan las teclas del teclado hoy, tampoco me interesa saberlo. Son las cuatro y media de la mañana y no tengo sueño. Es sólo como un letargo constante, una suspensión momentánea del tiempo. No se..... No se cómo decirlo. Si pudiese aunque sea ponerlo en palabras pero las palabras se me disparan y disipan, se me van de entre los dedos o la mente o de dónde salen las palabras. Y si pudiese volvería a empezar, pensaría una gran historia, una gran anécdota pero después no se qué decir. Es siempre todo tan más de lo mismo, tan distinto. Ya la verdad es que me siento en un no se qué lugar, sin tiempo ni espacio. Como un loco, sin tiempo ni espacio ni precisiones. Qué más se puede decir después de no haber dicho nada. Algo. Algo que repare en la nada inmersa que es la que vivimos. Y en dónde está el lugar ese en el que todos estamos, en ninguno de los lugares.
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El aliento vital es lo que me separa de mis palabras. Las palabras son demasiado virtuales, demasiado inhumanas para nuestro cuerpo. El aliento vital es lo que nos eleva más allá de cualquier constelación terrena, seres orgónicos decían algunxs amigxs. Pero cómo, cómo, cómo revivir el aliento vital en la constelación terrena, en palabras de este mundo. Otro es posible. Lo sabemos.
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Me fui. Estoy terminando. Voy llegando al punto y aparte. Pero qué problemas hay de abrir el juego a millones de voces, a millones de especies mutantes. Es tan loco y tan raro a la vez. Ver tanta gente y sentirse tan raro. Muy raro. Me voy yendo. Como quién llega, como quién está, como quién se va. Después de decir algo que a nadie le interesa demasiado.
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