Cuando ya el Estado nos vende -y utilizo este término hipercapitalista: vender- la promesa de la familia heterosexista pero para parejas del mismo sexo, cuando el Estado nos vende que podemos elegir nuestra identidad sólo entre dos géneros: hombre y mujer, como si sólo existiesen esos dos. ¿Qué hacer?
La sexualidad se puso en tela de juicio en su momento, se debatió pero cayó nuevamente en lo normativo. No sólo existen los hombres y las mujeres, no sólo las parejas del mismo sexo viven relaciones monogámicas (ni tampoco las heterosexuales). Habría que reinventar los términos y no tratar de acomodar lo establecido un poquito. Como dice un compañero de ruta: "el problema es que no se habilita la locura". Se pretende hacer creer que los derechos los ganamos cuando nos atraparon nuevamente en la lógica del mercado, de lo decible. La sexualidad tiene que ser una lucha de lo innombrable, del éxtasis. Quizás por eso otras leyes más drásticas, como la legalización del aborto y de la marihuana, nunca pasen a un debate en las cámaras. El miedo a lo impronunciable, a eso que está mas allá de la pareja heteronormativa de dos componentes o a la dicotomía hombre- mujer en cuanto a la identidad (¿acaso no hay una identidad travesti, una identidad intersexual?) dejan mucho que desear. En fin, ¿Orgullo de qué? ¿De normativizarnos? ¿De que empiecen a surgir (y ya las hay) revistas "Para ti" pero "Para putos y lesbianas"? ¿De que nos vendan el éxito, el dinero, la belleza heteronormativa y capitalista?
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