El domingo se desenvuelve tranquilamente a la mañana. Acaricia suave mi cuerpo medio dormido. En la tele hablan del mundo, las noticias, informaciones para gente boba. Acá Marquitos me despereza la espalda con su mano izquierda. Marina permanece en una inmutabilidad gatuna: esa con ojos cerrados, ese momento metafísico del gato donde no está ni despierto ni dormido. Del lado derecho tengo el atado de cigarrillos, del lado izquierdo el termo y el mate, en el centro la computadora.
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Ayer a la noche sonaba The Velvet Underground mientras con Marcos charlabamos de la vida. Intenté hacer el chek- in virtual para irnos a Jujuy pero todavía no se podía. Estoy ansioso.Tengo ganas de volar, hace mucho que no vuelo. La mochila todavía sigue tirada en el piso, sin desarmar, desde que llegamos de Mar del Plata. Estamos viajando mucho. No sé cómo vamos a hacer para llegar a fin de mes después de que volvamos del Norte. Pero no importa. Ahora lo único que importa es despejarse de todo, soltar, desamarrar. El después se verá.
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Aumentó la nafta, el pasaje de colectivo y el kilo de carne. Eso es lo que nos afectó en los últimos días. Muchos dicen que se vienen tiempos difíciles. Nosotros dos ya lo estamos sintiendo. Vemos como nos estamos arreglando para comer con lo del día, con lo que sale, sin grandes gustos. El gusto es viajar. La comida, por ahora, es sólo para sobrevivir. Lógica de guerra. Cristina desapareció de la escena, eso me preocupa mucho.
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