A las doce de la noche, como dos cenicientas que vuelven de una fiesta, cuando la carroza se convierte en calabaza, en ese momento crucial, ahí, nos quedamos dormidos. Llovía. Dicen que en Mar del Plata la feliz se puso blanca de granizo. Acá sólo llovía. Truenos.
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A las dos de la mañana te despertaste, como aquel que vuelve de otro mundo para dar a conocer su miedo. Me dijiste "hacen mucho ruido". Te abracé. Te dije que no pasaba nada, que había pararrayos. Te dormiste.
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A la mañana me despertaste con mates e intentaste, vanamente, que estudie un domingo. Te dije que no. No estudio los fines de semana. Jugué al Mario bros en el nintendo mientras vos escribías. Intercambiamos las actividades por un ratito.
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